«Vi a Albert saltar la valla de mi casa. Llevaba una braga en la cara, unos guantes y una mochila de la que sobresalía un palo. Se acercó hacia mí. Se levantó la camisa y enseñó la pistola. Primero me quedé inmóvil, pero después corrí y me encerré en el piso de arriba. Después oí muchos golpes (...). Vi a Albert con una hacha en la mano y con manchas de sangre en la cara. Me dijo: ‘Baja aquí y limpia’ (...). Me asusté como no me había asustado nunca».

Con estas palabras culpó Rosa Peral, la guardia urbana de Barcelona acusada de asesinar a su novio, el policía local Pedro R., al otro acusado, el también agente Albert López, que había sido su amante. La procesada ratificó ayer la versión dada durante la investigación de lo ocurrido en la madrugada del 1 al 2 de mayo del 2017, cuando se cometió el crimen. E insistió en que no tenía ningún plan con Albert.

Acorralada por el fiscal Félix Martínez, Rosa explicó que Albert la obligó el 2 de mayo, al día siguiente del asesinato, a que contestara desde el móvil de Pedro los mensajes que llegaban.