Para desmarcarse de la omnipresente política que impregna la tele, en la cadena Cuatro han llamado a Mónica Naranjo y le han dicho: te vamos a poner de protagonista de un programa de sexo. A ver si nos subes la audiencia! O sea, cuando en una cadena quieren innovar recurren al viejo truco de colocar a una famosa o a un famoso manejando vaginas y penes, y se creen que van a tener más espectadores que la final de la Copa de Europa. Hombre, la admiración que sentimos en casa por Mónica Naranjo es enorme. Me refiero a la Mónica Naranjo cantante, que es lo suyo. Ahora ha sido diferente. La verdad es que al comenzar parecía sincera. Mirando a cámara, sentada en la cama de su mansión en el Maresme, nos hizo un monólogo con mucho sentimiento: Tengo 44 años. Me acabo de separar despues de 14 años de matrimonio. Me ha dejado él. Es una putada. Me siento triste, vacía y sin libido. De cintura para abajo, estoy muerta. Ah! Seguramente en el imperio Mediaset, en cuanto escucharon que de medio cuerpo para abajo estaba muerta, corrieron a socorrerla, a ver si lograban despertarla de golpe. Y el golpe fue llenarle la casa de juguetes eróticos, cositas así, llamativas y curiosas, y unas cuantas invitadas le enseñaban los secretos del clítoris, el arte de la masturbación, las cremas vaginales, los vibradores, y todo bañado en un jacuzzi de expresiones atrevidas, desvergonzadas y descaradas, como decían las beatas en el siglo XIX después de santiguarse muchas veces.

El corro de amigas y conocidas preguntaban a Mónica, por ejemplo, si prefería los penes finos, o los de calibre grueso. Y Mónica decía: Grandes no. Tengo el chumino pequeño. La actríz Ana Milán, a la que también contrataron para dar ambiente, contó entonces: Yo una vez vi una cosa muy grande. Muy gorda. Resulta que eramos tres: yo, el señor, y esa cosa!. Ah! La escena en esa habitación debió de ser tremenda. Era tan inmenso el miembro de ese caballero que ligó con Ana, que tenía entidad propia. Como si fuera uno mas en la reunión. Hombre, en algún otro programa deberían invitar a este colosal elemento. Se merece un Polígrafo Deluxe, por lo menos. Bien mirado, estos ejercicios son inofensivos. Hasta ingenuos. Y muy antiguos y viejos. No pueden competir con las reyertas de los políticos, que ahí sí que hay ferocidad, y van armados con proyectiles de calibre grueso.