A Frank Blanco (Mollet del Vallès, Barcelona, 1975) lo hemos visto durante seis años presentando Zapeando con tanta pasión, que el primer año ni se tomó vacaciones para no perderse ni un día. Pero unos cambios en el programa le arrebataron esa ilusión y se refugió en su querida radio. Ahora ha vuelto a la tele de la mano de TVE con el concurso Typical spanish, en el que intenta poner orden al desmadre de capitanes e invitados. Y le gusta. Si la cadena le ofrece presentar OT, aceptará encantado. Solo si lo proponen. No es de ir rogando por los despachos.

Este lunes, día de emisión al que pasó la semana pasada, el programa ofrece una nueva entrega, en la que se notan los efectos de la pandemia: las nuevas medidas de seguridad obligaron a eliminar el público y la prueba de la cata y a guardar las distancias.

Se lo debe de pasar muy bien en Typical spanish. Aunque no se lo pongan nada fácil.

El segundo programa fue de los más difíciles. Porque el juez de Masterchef Pepe Rodríguez y compañía no paraban de hacerme trampas. Pero entiendo que soy un elemento más para hacer show. Siempre me presto, como en Zapeando. Y me gusta. Aunque hay un momento en que tienes a ocho celebrities a tu alrededor y es complicado. Y no puedes ponerte serio o enfadarte, como hacía en el debate de GH, porque esto es una fiesta, un cachondeo. Pero tenemos que pararlo para poder seguir. Y no me lo han puesto fácil. Hay días en los que me he sentido como un profesor de primaria.

Tiene que atarles corto, porque es un programa muy familiar y a veces se sueltan demasiado...

Todo tiene que estar en su justa medida. Más en un programa como este, que es blanco. Aparte del presentador. No nos tenemos que ir al extremo en ningún momento. Yme estoy quejando, porque eso es muy typical spanish, pero en realidad me gusta ese papel. Es mi trabajo.

El casting en un programa como este es vital para lograr el éxito.

En el formato original holandés, I love my country, está establecido así: hay dos capitanes fijos y tres personas más que representan a cada generación. Nada es casual, todo está pensado para que sea un programa familiar que puedan ver mayores y jóvenes. Además, los invitados van de menos a más. Empiezan a disfrutar de la fiesta cuando la grabación se acaba. Y eso que es larga. Con lo que el 90% pide volver.

Es que nadie queda como tonto.

La intención era que fuera un programa en el que nadie se sintiera mal. No como Saber y ganar, que lo veo con la intención de aprender, porque no me sé ninguna respuesta. Si queremos que nos vea toda la familia y sea participativo, deben ser cosas que si no se lo sabe uno, lo sepa otro. Un día, viéndolo en casa, se generó debate y yo, que sabía la respuesta, callado. Era muy divertido, porque me imaginaba esa misma escena en los salones de las familias.

¿Qué famoso le ha sorprendido más por sus conocimientos?

Le podría decir tantos... Pero Los Chunguitos, si les decías que no les dabas el punto, no estaban de acuerdo, aunque ni supieran si se lo merecían o no. No se habían enterado de qué iba el juego, pero no estaban de acuerdo. Y, luego, Ágatha Ruiz de la Prada fue muy divertida. Y Ainhoa Arteta, una sorpresa absoluta. Y eso me fascina: que los invitados se dejan ver cómo son. Están fuera de contexto. Se relajan porque pueden ser ellos mismos y no van a quedar mal. Ni va a salir ningún titular extraño. Eso es una de las cosas que más me gusta del programa.

Pero son muy competitivos...

Mucho. Y eso que el premio es un botijo o cosas así. Si pusiéramos en juego dinero, aunque fuera para una oenegé, no sé si habría sangre en plató. Pero les va como la honra. Hacen lo posible para que el otro no gane. También me ha llamado la atención que somos muy competitivos. Y es el único país en el que lo he visto. Lo de las trampas y que les vaya en la vida ganar. Yo he visto el programa I love my country de muchos países y, en general, son más sosegados que nosotros. En Portugal hasta oyes el silencio en el plató. Y aquí, no: es una competición que parece que les vaya la vida en ello.

Los cuatro primeros programas fueron grabados con público, pero en el del próximo lunes ya no hay.

Esa fue una gran sorpresa. Porque no estábamos preparados psicológicamente. Dos horas antes de grabar se mos dijo que no podían estar. Pensamos que el ambiente y la fiesta decaerían. Pero los equipos, con sus roces y tiras y afloja, suplieron su papel. Eso pasó el jueves anterior al estado de alarma, y nos dimos cuenta de que iba a pasar algo. Pensamos: ¿cómo será la vida mañana? Y al acabar, se nos dijo que no habría grabación hasta nueva orden.

¿Y cuándo lo retomaron?

En la desescalada. Pero con público virtual, usando la fórmula de las últimas galas de OT: con pantallas. Y hacemos de alguna manera que el público participe. Ahora hay gel hidroalcohólico en el programa. Y hay pruebas que hemos dejado de hacer, como la cata a ciegas. Por la distancia. Y el juego de las letras sigue, pero no podía haber cuatro personas en el sofá. Lo hemos adaptado, pero sin que perdiera la esencia.

Suerte que pararon lo de la cata, porque, si no, Flo saldría rodando.

En alguno de los programas ya cedió la cata a alguna persona de su equipo. Yo había días que lo pasaba mal, porque una cosa es ir a favor de la comedia y otra es que le sentaran mal aquellas cantidades de comida.

Dicen que la prueba que más disfruta es la del regalo envenenado.

Era mi momento favorito cuando veía los formatos internacionales y el que esperaba en las grabaciones. Hasta yo lo paso mal, porque no sé el momento exacto en que explotará. No hay un cronómetro ni nadie me dice nada por el pinganillo. Con lo que me gusta, porque yo también juego. Y me asusto. Me siento partícipe, porque no sé lo que va a pasar. En Zapeando, una buena caída en un vídeo me hacía reír. Tengo ese puntito de maldad.

¿Le ha sorprendido lo que saben los famosos de España?

Sí. Para bien. Igual porque yo tengo mala memoria y hay cosas que no sabría. Han acertado el 90% de las respuestas de geografía, del archivo de RTVE, del refranero... En lo de la ruleta final me ha sorprendido el proceso de razonamiento que hacen de las respuestas, que aciertan. Yo diría algo al boleo.

Tienen hasta música en directo.

Es un lujo para mí. Y, además, muchos de los juegos requieren música. En Pasapalabra te ponen un audio, pero en este programa, que es una fiesta, tiene sentido que haya orquesta. Y me sorprende ver en redes que no está gustando. Y eso que los músicos tienen una trayectoria y currículum brutales. No sé si es que en casa no se oye igual. Para mí, la banda es un valor añadido. Además, eso de las orquestas y de las bandas de pueblo es muy typical spanish.

Aquí no se llama Amo España. Quedaría demasiado patriótico.

A mí este me parece un buen título, porque también es typical spanish que usemos anglicismos. Además, nuestro programa tiene más show y más fiesta. Por lo que vemos en pantalla, es más acertado Typical spanish que Amo España. Tiene mucho más que ver.

¿Y usted qué ha descubierto?

Cosas buenas y cosas malas. El intentar trampear, engañarnos, es más typical spanish de lo que podría pensar. Como eso de pasárnoslo bien. Nos gusta tomar el pelo y somos disfrutones. Y lo estamos viendo tras el confinamiento. Estamos deseando vernos y hacer fiestas.

Usted disfrutaba mucho con Zapeando. ¿Qué pasó?

Se dio. Sin buscarlo, sin pensarlo, las circunstancias nos llevaron a tomar esa decisión. El programa empezó a sufrir cambios con los que yo no estaba muy contento. Y hubo un cambio de dirección del programa que quería implementar muchos más que yo no compartía. Era otro programa. Así que, llegado a ese punto, pensé que habíamos cumplido un ciclo e igual que no esté será bueno para mí y para el programa.

¿Y cómo ve en él a Dani Mateo?

A mí me parece que le dan de manera injustificada por darle. Yo solo puedo tener palabras de cariño y de reconocimiento. No es fácil presentar Zapeando. Se pone en tela de juicio su labor y él solo hace lo que la dirección le pide. Yo le doy aprobado con nota.

¿Inevitables las comparaciones?

Sí. Pero si el Zapeando era diferente, lo tenía que hacer suyo. El error es hacer lo mismo que el anterior.

Con la marcha de Roberto Leal TVE se ha quedado sin presentador estrella. ¿Podría serlo usted?

Cuando he aterrizado en una cadena, es con ganas de hacer cosas. No voy a un sitio a hacer esto y desaparezco. Me gustaría tener una relación estable con la tele pública de mi país. Pero tienen que darse unas circunstancias para enganchar un proyecto con otro. No se trata de ser un presentador estrella, pero sí habitual. Y no es fácil. Es como en los noviazgos. Estamos conociéndonos. En la parte más bonita y muy a gusto. Pero ¿nos casaremos, tendremos hijos? A ver a dónde nos lleva esto.

Hay una vacante para presentar OT. Usted da el perfil.

Me molestó que me pusieran en un titular: Me gustaría presentar OT. Yo no me ofrezco. Es un formato en el que me sentiría cómodo. Además, he hecho muchos programas musicales en la radio y en mi etapa en Canal+. Es algo que manejo. Pero no es que me ofrezca. No estoy en esa carrera. No soy de esos profesionales que llama a los directivos porque quieren hacer un programa, aunque me parezca respetable. Solo les mando un mensaje para desearles feliz Navidad. Pero si mañana consideran que puedo ser una buena opción para OT, perfecto.