Mala jugada le han gastado al abnegado Juan Peligros, un disciplinado gimnasta especialista en realizar números arriesgados. Ocurrió en El hormiguero (A-3 TV). Le habian adosado a la espalda una temible batería de cohetes, de considerable potencia y tamaño, que una vez encendidos tenían que propulsarle por los aires. No lleva ni protección contra las quemaduras ni nada!, nos decía Pablo Motos para incentivar nuestro morboso interés ante el temerario trance. Pero, de pronto, cuando Juan Peligros ya estaba a punto de prender la mecha y salir disparado en elevación vertical, patapam!, tronó la voz de Pablo Motos otra vez, advirtiendo: Tengo que cortar. Nos vamos. En 14 años es la primera vez que me pasa. Hay que meter publicidad. Lo siento. Volvemos mañana. Y así terminó el programa, con el pobre Juan Peligros varado en tierra, ridiculizado, y nosotros en casa pasmados y con cara de atontados. Ah! Ya sabemos que en las cadenas privadas la publicidad manda por encima de todo lo demás. Pero eso que hemos visto es muy cafre. Al hombre-cohete lo han dejado en hombre-petardo, y a la audiencia nos han tomado el pelo una vez más. Quien sabe, quizá es una estrategia para que estemos pendientes cada noche de si Juan Peligros se eleva por los aires. En la revista satírica La Codorniz solían advertir cada semana: Donde no hay publicidad resplandece la verdad. La Codorniz murió hace 41 años. Sigue de plena actualidad.

UN SUJETADOR DESPERDIGADO . Un día de la semana pasada, en Late Motiv (Movistar +), al terminar el programa, y cuando el público ya se había marchado, Buenafuente encontró un sujetador olvidado en una butaca. Ahh! Qué ilusión tuvo el humorista ante aquel hallazgo. Nos lo enseñó. Lo acariciaba. Estaba entusiasmado. Pensó: una joven, de repente, viéndome actuar, ha quedado tan sugestionada que hasta se ha quitado el sujetador. O sea, como Jesulín de Ubrique en Aranjuez, cuando 9.000 señoras le lanzaban sus bragas. Buenafuente mandó que buscasen enseguida a la muchacha. La encontraron. La entrevistó. Se llama Nagore. Contó que no se quitó el sujetador ni nada. Sencillamente, esa prenda la llevaba de repuesto en una bolsa y se le cayó sin darse cuenta. Ahh! Qué decepción. Prosaica realidad. Más cornadas da el hambre.