Era la final más impredecible de la historia de Tu cara me suena, porque no había un claro favorito, sino cuatro. Pero ganó la séptima edición del programa quien tenía que ganar: María Villalón. Y con ella, ganaron los otros finalistas, mejor dicho, los otros ocho concursantes, porque todos, en las entrevistas previas y por los pasillos del estudio donde se hace el talent de Antena 3, manifestaban un único deseo: «Que gane María». Porque además de un indiscutible talento y una humanidad desbordante, llevaba tras de sí una historia de cenicienta moderna que necesitaba demostrar que era suyo el zapatito de cristal.

Y es que tras ganar hace 12 años otro concurso, Factor X, e iniciar una carrera que empezó bien, las cosas no fueron como esperaba y acabó trabajando en un local de cómida rápida y emigrando a Escocia, donde servía sándwiches. Hasta que recibió la llamada del cásting del programa. «La gente debió de pensar, ¿quién es esta chica? Y de ahí a pensar que iba a ganar... Aún no me lo creo», decía el viernes aún en el plató donde triunfó.