A Aleix Puig le pillamos desayunando, y digiriendo aún lo que él ya sabía hace tiempo y ayer conocieron los telespectadores de TVE, que «el caballito ganador», según sus compañeros, se había alzado con el triunfo en Masterchef 7. La participación en el talent de este joven de Manresa de 26 años ha sido un constante homenaje a su madre, que sufrió su difícil infancia y adolescencia, y con ella comparte un triunfo que casi le arrebata un salmonete. Algo que sería imperdonable para un pescadero como él.

--¿Le debía el triunfo a su madre?

--Sí. Era un chico rebelde, nunca paraba, me metía en todos los jaleos y ella estuvo siempre pendiente de mí y merece que lo comparta con ella.

--Y ella en cierta manera se lo debía, porque usted tuvo que abandonar su sueño.

--Sí. Empecé cocina con 16 años y por temas familiares lo aparqué. Pero hay que luchar, porque todo puede pasar de nuevo.

--¿De qué le ha servido ser pescadero, aparte de cortar el pescado de lujo?

--Es verdad que tengo una baza que no tenían mis compañeros. Además del esfuerzo de trabajar, porque es un oficio muy duro, hay que estar cada día picando piedra y eso se traslada al plató del concurso Masterchef.

--El de chef es un trabajo duro, pero el de pescadero...

--Durísimo. Para que un chef pueda servir una merluza, o lo que sea, tan buena hay gente detrás, y ya no le hablo de los pescadores.

--Casi le tumba un salmonete mal preparado.

--No me habría perdonado perder por un salmonete mal hecho. Además, fue a las puertas de la final. Al único que no le podía pasar era a mí, y me pasó. Por eso en la final preparé un salmonete para quitarme la espina.

--Nunca mejor dicho lo de quitarse la espina…

--(Ríe) Totalmente.

--Ha sido el caballito ganador, para todos. Menos para usted.

--Que la gente te diga esto te posiciona en un sitio donde las exigencias son más altas y los fallos te salen más caros.

--Lo de Teresa, su compañera de duelo, ha sido sorprendente.

--La evolución de Teresa ha sido impecable. Es superinteligente y una digna ganadora. Y su gran virtud es que tiene los nervios de acero. En cambio yo soy mucho más terremoto, me comen los nervios por dentro… Y en el último veredicto, mis piernas...

--¿Qué recetas tendrá el libro que va a publicar?

--Entre otras, las mejores que hice en el programa, como mi crema de carabineros, que me permitió entrar en Masterchef, y un plato muy sentimental, Recuerdos, que se hacía mucho en mi casa. Van a ser platazos, que no llevan esferificaciones ni son de alta cocina, que la gente intentará hacer en su casa. Y eso me encanta. Se publica el 9 de julio.

--El tercer plato de su menú de la final lo tituló ‘Adónde voy’. Para empezar, al Basque Culinary Center...

--Sí. Podré retomar los estudios, y a nivel de universidad.

--Su madre ya lo tendrá en la universidad.

--(Ríe). Sí. De un día para otro.

--’Adónde voy’, que ya se sirve en el restaurante de ‘Masterchef’, es un postre. ¿Vislumbra así un futuro dulce?

--Después de la formación, Jordi Cruz me ha abierto las puertas del Àbac. Es perfecto. Y estoy pensando en un proyecto personal de un cáterin. Pero quiero digerir todo esto y saber un poco más adelante qué hacer.

--Un chico guapo y que, visto está, es un gran cocinero, la de novias que le saldrán.

--(Ríe) Lo de las novias lo tengo parado, porque hace un año que salí de una relación y estoy bien conmigo mismo. Vamos a dejar el futuro abierto, pero si viene una chica, bienvenida sea.