La posible llegada de la temida xylella fastidiosa, más conocida en el sector como el ébola de los olivos, amenaza en la provincia de Castellón alrededor de nueve millones de árboles de las tres especies más importantes (olivo, almendro y cítrico). Aunque en el sector tratan de huir de la palabra alarma, lo cierto es que la preocupación se ha instalado, tanto por el número de especies amenazadas como por los efectos devastadores sobre los ejemplares afectados.

Fuentes del sector calculan que en la provincia existen prácticamente 2,5 millones de olivos, unos 2,2 ejemplares de almendros y una cantidad que naranjos que, si bien es más difícil de calcular debido al abandono de parcelas de los últimos años, en ningún caso bajaría de los cuatro millones de árboles. Eso no es todo, puesto que la bacteria afecta a la mayoría de árboles leñosos, con lo que el riesgo también es evidente en el caso de cultivos sensibles para el interior castellonense, como la viña o el cerezo.

PRIMERA CONFIRMACIÓN // Es por ello que la inquietud se disparó con la confirmación, por parte del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias --laboratorio de referencia nacional en bacteriología--, de la detección de un campo de almendros afectado en Guadalest (Alicante). La respuesta fue inmediata, con la tala y trituración de todo el material vegetal existente, no solo en la finca afectada sino en 150 metros a la redonda.

Fue la propia Conselleria de Agricultura, Elena Cebrián, la que ayer confirmó a Mediterráneo que este protocolo, que también incluye la imposibilidad de realizar movimientos en cualquier parcela en un perímetro de 10 kilómetros, se mantendrá en el caso de que la bacteria se expanda a otras zonas de la Comunitat. Cebrián calificó la plaga de «muy peligrosa» y en este sentido aseguró que la «detección temprana» es la mejor lucha contra la misma.

Y es que tanto la responsable autonómica como los distintos sindicatos agrícolas consultados consideran muy difícil que la temida enfermedad no termine apareciendo en más puntos de la geografía valenciana, tarde o temprano. Es por ello que el debate en el sector se centra en las indemnizaciones a las parcelas afectadas y en la idoneidad del protocolo del Consell, en vigor desde julio del 2016.

INDEMNIZACIONES // En el primer caso hay unanimidad a la hora de exigir más negociación a la Generalitat tras la presentación de un primer borrador por parte de la administración. El secretario general de la Unió de Llauradors, Ramón Mampel, aseguró que unas compensaciones «justas» son «imprescindibles» para que los agricultores no opten por oponerse a la tala de las zonas afectadas por la plaga. «Hay que evitar como sea que ocurra como en Italia, país en el que las dudas iniciales han terminado con más de dos millones de árboles muertos», explicó.

Por su parte, la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) anunció la presentación de alegaciones a las cantidades planteadas por Conselleria, que considera «insuficientes». Así, mientras la administración prevé un máximo de 7.429 euros por almendro afectado, los labradores piden 13.753. Lo mismo ocurre con los olivos y los cítricos, donde la desproporción entre lo que piden unos y otros es aún mayor.

Cebrián aseguró que hay margen para la negociación, pero condicionó el aumento de estas cifras a la «disponibilidad presupuestaria» y a una mayor implicación por parte del Ministerio de Agricultura. Esta será una de las peticiones que la consellera hará a la responsable estatal, Isabel García Tejerina, en la conferencia sectorial que el lunes reunirá en Madrid a todas las autonomías para tratar la problemática.

DUDAS EN EL PROTOCOLO // Las diferencias entre los colectivos agrarios surgen con el protocolo, pues no todos ven con buenos ojos la tala inmediata de los árboles una vez se detecta la xylella. Así, el presidente de la Federación Provincial de Agricultores y Ganaderos (Fepac), Néstor Pascual, apostó por la investigación de posibles tratamientos que eviten la destrucción de masa vegetal en un contexto de «abandono del campo» y «crisis agraria».

Mampel, por su parte, defendió la política aplicada en el caso de Guadalest porque «es la fórmula más útil para evitar la extensión de la bacteria».