«A la una de la madrugada donde siempre, en la explanada que hay junto a la carretera. Vendrán los colegas del instituto. Traerán ginebra y refrescos para la mezcla. Con todos los que somos necesitaremos mucha bebida». Mensajes de Whatsapp como este circularán en el mes de agosto por los teléfonos móviles de decenas de adolescentes que residen o pasan sus vacaciones de verano en el interior de Castellón. Es el fenómeno del botellón, que en los últimos años ha saltado de los municipios de la costa y se ha asentado plenamente en el interior, sobre todo, los fines de semana de las fiestas de agosto.

Los alcaldes son conscientes de un fenómeno que va cada verano a más. «Claro que nos preocupa y mucho. Nos alarma primero por la forma en la que los jóvenes beben y también por cómo dejan la calle tras una noche de botellón. Al día siguiente está hecho todo una porquería y las brigadas municipales deben emplearse a fondo», reconoce David Monferrer, alcalde de Llucena.

Aunque hay alguna excepción, el botellón es un fenómeno común en casi todos los pueblos del interior de la provincia. «El botellón va cada vez y el problema es que dejan todo el tramo de carretera donde quedan para beber en un estado lamentable, muy sucio», asegura Jaime Manuel Martínez, alcalde de les Useres, un municipio que desde hace unos años ha contratado seguridad privada para vigilar la noche en las que hay verbena.

Pero, ¿quién hace botellón en los pueblos? La mayoría son jóvenes del pueblo que se juntan con amigos de otros municipios de la comarca. Hay muchos que ni siquiera han cumplido los 18 años. «Lo triste de todo es que hay noches que hay más jóvenes bebiendo en la calle que en la verbena y eso que aquí la orquesta es gratis y los cubatas en la barra son baratos», apunta el primer edil de otro municipio que prefiere que no se publique su nombre.