Si hay un sector en Castellón que sigue sin aprender de los errores ese es la agricultura. Por mucho que pasen los años (y las crisis) la actividad agrícola se enfrenta hoy a los mismos problemas que hace treinta años. Es como si el reloj se hubiera parado y nadie fuera capaz de darle cuerda. Y de entre todos los obstáculos, el minifundismo es el que se lleva la palma. El campo sigue estando atomizado hasta el punto de que casi la mitad de las 25.907 explotaciones agrícolas con las que cuenta la provincia tienen menos de dos hectáreas.

El escaso tamaño de las parcelas es todavía más acusado en la franja litoral. Los últimos datos del censo agrario revelan que de las 14.911 explotaciones citrícolas de Castellón, el 41,19% (6.154 en términos absolutos) tiene una extensión inferior a una hectárea, (unas doce hanegadas), es decir algo más que la superficie de un campo de fútbol. Pero es que, además, el 22,4% de las fincas sitúa su tamaño entre una y dos hectáreas; y el 20,8%, entre dos y cinco. Tan solo el 2,3% de los terrenos citrícolas supera las 20 hectáreas, que es la media de superficie agrícola en España.

El minifundismo es el gran problema y de él derivan todos los demás: la tierra está fragmentada y, como consecuencia, los costes de producción se disparan. Y si no hay rentabilidad, crece el abandono y tampoco hay relevo generacional. Dos datos bastan para entenderlo. En diez años, Castellón ha perdido 24.385 hectáreas de cultivo (cifras del Ministerio de Agricultura) y, además, los jóvenes que se incorporan al campo pueden contarse con los dedos de la mano. La mitad de los llauradors tiene más de 65 años y solo existen 4.355 profesionales, un tercio menos que en el 2008.

Agricultores, universidades y las organizaciones agrarias llevan décadas reclamando cambios profundos en el sector. “La agricultura convencional valenciana está en peligro de muerte y hay que acometer acciones para mejorar su situación”, advertía hace solo unos días en Les Corts Cristóbal Aguado, presidente de Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja). Y, ¿cuáles son esas acciones? La prioritaria, cambiar el tamaño de las explotaciones y de las entidades comercializadoras.

La Administración valenciana parece que les ha escuchado. “Lo que está claro es que la persona que tiene 15 hanegadas de navelina no puede vivir de eso y, como no lo hace, no tiene una visión profesional. Y eso hay que cambiarlo”, reconoce Francisco Rodríguez Mulero, secretario autonómico de Agricultura.

AGRICULTOR igual a EMPRESARIO // El departamento que dirige Elena Cebrián se ha puesto manos a la obra y está ultimando el borrador de la ley de ordenación de las estructuras de producción con el que pretende acabar con uno de los problemas endémicos del campo valenciano. El objetivo es presentar el documento antes del próximo agosto para que luego se debata y apruebe en Les Corts.

De lo que se trata es de convertir cada explotación agraria en una empresa competitiva y rentable. ¿Cómo? Reagrupando parcelas. Rodríguez Mulero cita un ejemplo. “Si yo tengo una finca de 25 hanegadas y mi vecino tiene otra de 15 y al lado hay una tercera de 45 ¿por qué no agruparlas y que las dirija un profesional con una visión empresarial?”, resume el secretario autonómico.

Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Para incentivar el reagrupamiento de parcelas Agricultura prevé poner en marcha un paquete de ayudas y exenciones fiscales. “De estas ayudas podrán beneficiarse los propietarios, pero también las cooperativas”, apunta Rodríguez Mulero.

La Unió de Llauradors ve bien la iniciativa. “Es algo positivo, pero el sector tiene otros muchos problemas. Y uno de los principales sigue siendo la falta de relevo generacional”, matiza Ramón Mampel, secretario general. H