«El cultivo de olivos en la península de Salento (en el talón de la bota italiana) se acabó». Esta lapidaria frase la pronunció a principios de este año el científico transalpino Donato Boscia, experto en la xylella fastidiosa.

Para entonces ya hacía cinco años que la enfermedad conocida como ébola de los olivos había arraigado en el país, matando a alrededor de dos millones de árboles. Asimismo, unos meses antes, en noviembre del ejercicio 2016, los primeros casos se habían detectado en las Baleares, encendiendo las alarmas en todo el sector agrario español. Entonces, el Gobierno autonómico balear reconoció la detección de más de 90 infecciones.

En Alicante

Hace tan solo unos días, la que ya está considerada como la plaga vegetal más peligrosa de Europa, y de la que también se conocen casos en Francia y Alemania, desembarcaba en la Comunitat. En concreto, en un almendro situado en Guadalest (Alicante), en una plantación de entre 20 y 30 años, sin movimientos ni injertos recientes. Es por ello que las primeras hipótesis que maneja la Generalitat apuntan a que haya sido transportada por un insecto vector.

No será hasta la semana próxima cuando el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) determine, tras completar un test genético, la subespecie de la bacteria encontrada en Alicante. Este estudio es clave para los responsables autonómicos, pues permitirá saber más detalles tanto del posible origen del contagio como de las afectaciones. Y es que cada cepa ataca de una forma a los distintos tipos de árbol. Las primeras hipótesis apuntan a que no guardaría relación con el brote balear, pues este --mucho más activo-- está muy localizado en los olivos.

Recuerdos nefastos

Pero ni el desasosiego actual ni las esperanzas de los profesionales del campo no son nuevos. Y es que la situación de incertidumbre de ahora recuerda a muchos a la expansión de plagas contemporáneas como la tristeza en los cítricos, o más antiguas como la filoxera en las vides. Pero de la historia se aprende y la salida de estas dos encrucijadas fue posible gracias al descubrimiento de que las enfermedades no afectaban a todas las variedades por igual. Según explica el secretario general de la Unió de Llauradors, Ramón Mampel, «en Italia ya están investigando con variedades que podrían no verse tan dañadas».

La plaga afecta a la circulación de la savia de los árboles, esto es, «al sistema circulatorio de los vegetales, dificultando su funcionamiento de forma progresiva». Es por ello que la muerte de los ejemplares infectados no es inmediata, aunque sí imposible de evitar... por el momento.