El futuro de la citricultura parece estar en las variedades protegidas. Y es que en los últimos años no han dejado de surgir (y se prevé que este ritmo aumente en los próximos ejercicios) nuevos tipos de clementinas que están permitiendo ampliar la campaña y escapar a la dictadura de la nulera.

Se trata, en muchos casos, de productos de experimentación, pero también de mutaciones espontáneas. Este es el caso de la orogros, que está viviendo un auténtico boom, detalla el director técnico de Avasa, Francisco Llàtser. Según este, los ocho viveros agrupados en la asociación han pasado de vender 17.000 plantas en el 2012, en su lanzamiento comercial, a 200.000 durante el 2014, “con la previsión de duplicar esta cifra” en el 2016.

“Gran parte”, destaca Llàtser, se han plantado en la Comunitat Valenciana y Castellón, pero también en Huelva, donde esta mutación de la oronules --descubierta en la Vall d’Uixó por el agricultor de Nules Vicent Arnau, que ostenta la patente-- puede entrar en producción “a mediados de septiembre”. En Castellón se comienza a recolectar en octubre. Esta precocidad permite que en esta campaña los precios hayan estado entre “los 70 y 80 céntimos por kilo” en el campo, afirma.

En el otro extremo de la campaña, las reinas de las clementinas son los híbridos. “Se está intentando ir a mandarinas más tardías, como la tango, la orri o la nadorcott”, afirma José Ramón Urbán. Doménec Nàcher también apunta a la fortune, la clemenvilla y la ortanique, pero destaca que tienen un problema: “producen semillas” en su entorno, por lo que apunta que el “reto” es “encontrar clementinas” para esta parte de la campaña.

La sando, una mutación espontánea, no presenta esta problemática. Para plantarlas, hay que pagar por todas ellas y, en algunos casos, hasta 65 euros por pie. H