La smart city será social o no será. Es la tendencia que se sigue en todo el mundo, donde se repite que la tecnología aplicada a las ciudades (el concepto de smart city) ha de servir para mejorar la vida de las personas, como se ha plasmado en el Smart City Expo World Congress, que se celebra en Barcelona.

Todo el mundo acepta que las ciudades van a concentrar a más de la mitad de la población mundial dentro de muy poco y que los gobiernos municipales van a concentrar cada vez más poder sobre la vida de sus ciudadanos. De ahí la importancia de facilitar la vida a sus habitantes.

Localizados para poder llegar antes

De los primeros trazos de la ciudad inteligente -la gestión de los semáforos y del alumbrado o el alquiler de bicicletas- se ha pasado a multitud de ejemplos en las calles. Uno de los más evidentes es la información visible del tiempo de paso de los autobuses, con paneles en las paradas y cálculo del tiempo en una app móvil, que además localiza al usuario con GPS y le indica el mejor trayecto para llegar antes. También el aparcamiento en la ciudad dio un vuelco con la movilización del pago en la calle con diferentes aplicaciones que localizan el vehículo y las plazas por GPS. Las hay incluso que permiten olvidarse de ir poniendo monedas para pagar el tíquet de las zonas azules o verdes computando el importe exacto.

Datos sobre cualquier aspecto urbano

La fiebre por las apps ha mutado por la de los datos accesibles a los ciudadanos y a las empresas (el open data). Gracias a estas plataformas web se puede consultar desde el censo de mascotas o el funcionamiento de las escaleras mecánicas ciudadanas; a los datos del padrón o los mapas de planeamiento urbanístico.

Pero la joya de la corona smart son datos en tiempo real de los índices de sonido, calidad del aire y tráfico, auténticos barómetros de la salud ciudadana. Los sensores están ocultos en piezas del mobiliario urbano, que han vivido una auténtica transformación. Las farolas, por ejemplo, ya no solo iluminan, sino que se gradúan solas según la luz ambiental, permiten cambiar la iluminación, e incorporan antenas y señales del wifi municipal.

Pero el gran cambio no es tan visible y es todo el sistema informático de procesado de esos millones de datos. Los sensores también captan flujos de visitantes en zonas turísticas y los movimientos de vehículos gracias a señales en el pavimento. Incluso se han hecho pruebas para iluminar las plazas libres de la calle. Y para coches sin conductor, que exigirán un mayor espectro de transmisión de datos y también menos imprecisiones en las localizaciones.

‘Beacons’ para ayudar a orientarse

Los semáforos no solo se activan con botones, sino que emiten señales a móviles para invidentes gracias a pruebas que se realizan con tecnología basada en beacons (balizas) y bluetooth. En algunos ejes comerciales incluso ofrecen información de la oferta de las tiendas. También se ha vuelto smart la relación con el gobierno municipal gracias a las plataformas de participación tipo Dcode (basada en blockchain). O se ha incorporado la realidad virtual y los códigos QR para, literalmente, hacer hablar a las piedras.