Mientras el presidente cesado de la Generalitat, Carles Puigdemont, estaba en Bruselas junto una parte de sus consejeros, algunos de los que se quedaron en Barcelona intentaron demostrar una aparente normalidad en sus puestos de trabajo. Pero no todos. El exportavoz del Ejecutivo, Jordi Turull; el consejero de Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia, Raül Romeva; el de Justicia, Carles Mundó; el de Cultura, Lluís Puig, y la encargada de Enseñanza, Clara Ponsatí, optaron por no acercarse a sus despachos y pasar el primer día laborable tras la aplicación del 155 lejos de los focos mediáticos.

El primero en escenificar que seguía ejerciendo sus funciones fue el exconsejero de Territorio y Sostenibilidad Josep Rull, y lo hizo dejando rastro de sus movimientos en las redes sociales. Pasadas las nueve de la mañana, publicó una fotografía en su despacho en la que aseguraba que se encontraba «ejerciendo las responsabilidades que le encomendó el pueblo de Cataluña». Entró por la puerta de atrás, y esquivó así a los periodistas, trabajadores y miembros del Comité de Defensa de la República (CDR) de la Izquierda del Eixemple que le esperaban para arroparle. Poco después, anunció que seguía su agenda con normalidad y que se dirigía a la reunión del Comité Nacional del PDECat.

Rull ya siguió con sus planes institucionales durante el fin de semana y acudió a un acto organizado por el Ayuntamiento de Sant Cugat para celebrar el centenario de la llegada del tren a la localidad. El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, pendiente de todos los movimientos del Ejecutivo de Puigdemont, le pidió directamente que fuera «sensato» y que acatara lo ordenado por el Gobierno. Pero lo desoyó.

Mucho más fugaz y discreta fue la aparición del vicepresidente cesado, Oriol Junqueras, en la sede de la Consejería de Economía. Por la mañana, participó en la reunión de dirección de ERC y más tarde se desplazó al Parlamento catalán para encontrarse con diputados de Junts pel Sí. No se acercó a su despacho hasta las cuatro de la tarde y estuvo poco más de media hora en el edificio, al que sí acudieron a trabajar su número dos, Lluís Juncà, y el secretario de Economía, Pere Aragonès, entre otros altos cargos, al entender que no están afectados por la aplicación del 155. Junqueras saludó al personal y se pasó por su despacho, pero abandonó la sede sin ninguna pertinencia visible y sin hacer declaraciones a los medios. Dos minutos después de despedirse, aparecieron tres representantes del Gobierno y permanecieron durante una hora y media.

También acudió con normalidad al Parlamento catalán la presidenta de la Cámara, Carme Forcadell, a primera hora de la mañana, pero no desafió las directrices del Gobierno. Desconvocó la reunión ordinaria de la Mesa prevista para hoy y acató la disolución del Parlamento de Cataluña decretada por Mariano Rajoy con la voluntad de «no poner en riesgo a los funcionarios y trabajadores».

La aplicación del 155 también llegó al extranjero. Las embajadas catalanas se cerraron en Alemania, Francia y Suiza, Reino Unido e Irlanda, Austria, Italia y Estados Unidos; y solo quedó operativa la de la capital francesa. Eso sí, el delegado de la Generalitat en Francia y Suiza, Martí Anglada, no se dejó ver por su puesto de trabajo.

El representante permanente de la Generalitat ante la UE, también cesado, Amadeu Altafaj, se despidió con una carta en la que lamenta la decisión del Gobierno y asegura que es para él un «momento triste». Asimismo, aprovechó la ocasión para reclamar a la UE que se involucre para buscar una solución al conflicto.