Los resultados han sido claros, reiterados, y Mariano Rajoy no será presidente ni su partido gobernará. Ha fracasado en ser investido, explicación jurídica, pero también lo ha hecho políticamente; por primera vez, siendo la lista más votada, un candidato no ha sido capaz de concitar los apoyos suficientes. Pero sobre todo ha sido derrotado uno de los mayores chantajes de la historia política de la Europa reciente. En esa presión, véase el diccionario de la Real Academia, han estado entusiásticamente apoyados por distintos sectores de la vida pública y privada.

Un chantaje cuyo exponente máximo ha sido la amenaza de elecciones el día de Navidad. Máximo porque implica a una de las instituciones más importantes del Estado, la presidencia del Congreso, cohabitada por el PP de manera soez, confundiéndose el papel separado de ejecutivo y legislativo a los fines de la fijación de una fecha que esperaba ablandar la fuerza de voluntad de Pedro Sánchez.

El chantaje se reinventaba ya ayer por la mañana, cuando se supo que dirigentes del PP auguraban un cambio de fecha, que ahora afirman insensata, confundiendo de nuevo su papel con el de la propia presidencia del Congreso. Y se reconocía también, conocidas las declaraciones de Felipe González, que aseguraba no solo ese chantaje sino que Rajoy era el obstáculo para la investidura y que solo su paso atrás la facilitaría, se supone que a manos del chantajeado.

Hasta la prensa anglosajona fue citada como autoridad para reclamar la cesión de Sánchez, cuando apenas mereció la cita en su momento cuando se interrogaba sobre si era posible ser presidente de un país siendo protagonista de los casos de corrupción más graves de la democracia.

Si Rajoy hubiera sido investido no hubiera aflojado la presión. Tocaba luego aprobar presupuestos, medidas impopulares de recortes, a las que los socialistas serían llamados con similares argumentos. En tamaña operación de desvergüenza democrática, Ciudadanos ha jugado un papel impropio de aquellos que se presentan con la regeneración en la tarjeta de visita.

Pero esto no ha acabado. La amenaza electoral seguirá siendo una herramienta de presión, disfrazada de lágrimas de cocodrilo de los políticos dolientes por los ciudadanos. El PSOE sigue en la encrucijada. Le aprietan los problemas orgánicos y las fechas. Ahora las elecciones autonómicas vascas y gallegas, y siempre los pasos unilaterales en Cataluña hacia la independencia. Por el bien de España, por su unidad, por la seriedad, por cumplir los dictados de Berlín, por los poderes financieros, por los inversores.

Los chantajistas no descansarán. Forma parte de la explicación de su propia existencia e interés. No escucharán apenas hablar de los intereses de los ciudadanos, en todo caso, se utilizará a los mayores, parados, jubilados o funcionarios para el mismo fin: que sigan mandando los mismos. Rajoy ha perdido, pero no se va. Continuará la mayor charada de la historia de la democracia en España. H

La vicepresidenta Sáenz de Santamaría no se pronunció, y se limitó a decir que del debate se deduce que Pedro Sánchez quiere terceras elecciones.