Pablo Iglesias subió a la tribuna de oradores como el jefe de la tercera fuerza política, con una crisis interna de futuro incierto, y bajó laureado por los suyos como jefe de la oposición ante la fragilidad de un PSOE sin armas dialécticas que blandir. Los podemistas sabían que la investidura de Mariano Rajoy era una ocasión de oro para reivindicar su protagonismo frente al PP de los recortes, y salieron a demostrar que si los socialistas están sin líder, ellos no. Iglesias impuso su línea dura y apostó por la confrontación que enamora a los militantes. Soportó las pullas de los diputados populares largo tiempo y al final estalló. Cuando el portavoz del PP le acusó de usar «España para ponerse al servicio de los dictadores» y citó a Venezuela, exigió intervenir. Ni le dieron la palabra ni Rafael Hernando retiró las suyas. De hecho, las amplió: «Cuatro millones de dólares», acusó y el grupo parlamentario salió del hemiciclo en señal de protesta hasta la votación.

Fue la parte sobrevenida. En su discurso, por la mañana, Iglesias defendió que el partido apoye las protestas sociales y dijo que esas movilizaciones no dan miedo. Cargó contra la sobrescenificación que, augura, harán las fuerzas de seguridad en la concentración Rodea el Congreso, que la Delegación de Gobierno autorizó ayer. Lo hizo con una frase que incendió el hemiciclo. «Dicen que han movilizado a 500 policías. Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que ahí fuera», exclamó, para indignación de los populares, que se removieron en sus escaños y montaron una bronca tal que la presidenta tuvo que intervenir. Aun así a María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, le dio tiempo a gritarle «sinvergüenza» mientras la ministra de Empleo en funciones, Fátima Báñez, articulaba gestos de escasa fraternidad.

EL ‘ABSTENCIONAZO’ / Las quejas sacaron al Iglesias irónico, que opinó que si sus señorías se ofendían es que se consideraban aludidos. «Merecer el odio de las oligarquías será la mayor de nuestras honras», advirtió, parafraseando al Pablo Iglesias fundador del PSOE, para pasar, de inmediato, a destruir la legitimidad de los dirigentes socialistas del «abstencionazo» y, en cambio, pedir respeto para unos votantes que ahora intuye huérfanos.

Rajoy le respondió con sorna. Si en algún momento el secretario general de Podemos tuvo la intención de enviar mensajes propositivos, no llegó a pronunciarlos. El debate quedó encerrado en protestas sí o no. «Ni le tengo miedo a las manifestaciones ni a las huelgas, pero no es lo mejor para resolver problemas», se ufanó el candidato. «No tengan la cara tan dura. Han salido a movilizarse cuando eran oposición», le reprochó Iglesias, en referencia a la oleada de protestas en el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero contra leyes progresistas. «Es que los que van a salir a las calles ¿no se sienten representados por usted, señor Iglesias?», le replicó Rajoy.

ERREJÓN GANA EL PRIMER PULSO / Los podemistas salieron al receso de mediodía asumiendo que ahora encabezan la oposición. Al sector pablista se le atragantó la comida: en la votación de documentos, previa a la elección final, la errejonista Rita Maestre se impuso en 10 de 11. Si no hay saltos mortales de última hora, las votaciones esbozan un triunfo errejonista en Madrid. Pero esto es Podemos. H