Podemos teme que los millones de ciudadanos que se ilusionaron con el cambio caigan en la desesperanza y se rindan tras la reelección de Mariano Rajoy como presidente. Para combatir esa posibilidad, Pablo Iglesias lanzó ayer en el debate de investidura un mensaje de ilusión. Con su tono parlamentario recién estrenado, contundente pero sin estridencias, trató de inocular ánimo e ilusión a sus simpatizantes, para decirles que si el PP logra retener el poder es gracias a maniobras de la vieja política y las élites, no porque el país sea el mismo que antes del 20-D.

El líder de Podemos dijo que su partido está preparado para gobernar y que lo hará «más pronto que tarde» porque la sociedad ha demostrado que ya no es inmune a la corrupción ni a las injusticias. Si esta vez PP y PSOE han podido hacer componendas para amarrar la presidencia al bipartidismo, adujo, será la última. Esta legislatura, advirtió, es un «epílogo», el último capítulo de un bipartidismo que no ha de volver. «Hay una nueva España que no tolera la corrupción que no se conforma», adujo, «una España que no entiende que no se respete la identidad plurinacional». A Rajoy le reconoció habilidad para resistir pero le reprochó ser «desleal».

Los diputados de Podemos salieron con una sensación agridulce. Por una parte, satisfechos de que Iglesias hiciese un discurso más elevado, con mensajes de esperanza hacia fuera, en lugar de encerrarse en la manida reivindicación identitaria para consumo interno. La parte más amarga fue constatar la complejidad del camino que les queda por delante: la crisis interna esclerotiza su trabajo parlamentario y las otras tres grandes fuerzas van a tratar de ponerles contra las cuerdas. Al finalizar el pleno, Iglesias no se acercó a felicitar al presidente, como es costumbre parlamentaria y sí hicieron los líderes del PSOE, C’S, PNV y otros. H