Es rentable enviar un cartero a un pueblo perdido en mitad de los Picos de Europa, y al que no se puede acceder en coche ni en motocicleta? La misma pregunta se hizo Correos hace justo un año. Hoy los vecinos de Sotres (114 habitantes) reciben con puntualidad sus cartas y paquetes y lo hacen gracias a un cartero con alas. Un dron. La misma tecnología se utilizó en septiembre en la Vilavella. Esta vez no fue para repartir cartas, sino para buscar una vaca que se escapó durante las fiestas del pueblo. También drones va a utilizar la Conselleria de Agricultura y lo va a hacer para identificar a los jabalíes que merodean por la zona del Millars y que traen en vilo a los agricultores. Sí, otra vez drones.

El dron es tecnología punta con aspecto de juguete. Es una aeronave no tripulada. Es también una herramienta: un ojo con inmensas propiedades o un brazo articulado. Un robot que vuela, en definitiva. Alrededor suyo está naciendo una industria civil donde pequeñas empresas españolas quieren interpretar un papel protagonista y decenas de compañías cuentan ya con el certificado que las acredita como operadoras. Al menos media docena de ellas están en Castellón. Y esto solo es el comienzo.

Que los drones están cada vez más de moda es algo que demuestran los datos de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). En la actualidad ya son 1.867 las empresas dadas de alta en España desde que, en el verano del 2014, se pusiera en marcha la ley que regula su utilización. En Castellón, una de las pioneras fue Drone Filmer, con sede en Forcall. Desde el 2012 se dedica a realizar fotografías y videos para publicidad y cine, aunque el grueso de su negocio viene de la inspección de torres eléctricas. «El dron permite conocer con exactitud cualquier imperfección de la torre», apunta su responsable, Daniel Quitarte, que tiene encargos en buena parte del país.

Drone Filmer es una de las poneras y PicAirdrone, en l’Alcora, prácticamente acaba de aterrizar. En agosto del 2016 consiguió la autorización del Ministerio de Fomento y hoy recibe encargos para obtener imágenes aéreas en celebraciones, eventos deportivos y sociales... «Los drones también son muy útiles en tareas de mantenimiento de instalaciones y edificios, control de plagas e incendio o control de zonas industriales», describe Weiwei Chen Cheng, uno de los fundadores. «Vimos que en Castellón había mercado porque hay mucha industria y pensamos en lanzar la empresa. Era una buena oportunidad», sentencia. Además de filmar, PiCAirdrone se dedica también a asesorar a pilotos y a reparar todo tipo de drones.

Lo que se puede hacer con los drones es un mundo abierto a la imaginación y a la tecnología y eso que la legislación en España es muy restrictiva. «Es un sector que tiene futuro. El problema es que en el último año se ha creado una especie de burbuja. Las empresas autorizadas para operar con drones se han multiplicado y, lamentablemente, no todas vamos a tener espacio y eso que cuando se apruebe la nueva ley que prepara el Gobierno se nos va a abrir muchas posibilidades», argumenta Quitarte, que lamenta que la proliferación de operadores en tan poco tiempo ha desatado una guerra de precios.

Para manejar un dron con fines comerciales (no de uso recreativo) hace falta un título de piloto. El aeroclub de Castellón es uno del medio centenar de centros autorizados en España para impartir el curso y la demanda va al alza. «Claro que hay demanda. Es algo nuevo y hay mucha gente que lo ve como una salida laboral», describe Alfonso Navarro, tutor del curso de piloto de dron. «El perfil del alumno es muy variado. Tenemos incluso alumnos de fuera de la provincia y, en general, son personas que desean abrir una operadora o trabajar para ella», añade Navarro.

Pero, ¿qué cuesta obtener el título de piloto? En el aeroclub del Grao el curso dura entre 50 y 60 horas (depende si es el básico o el avanzado) y el coste va de los 1.100 a los 1.300 euros.