Hace diez años eran unas 50. Al poco la cifra fue escalando hasta llegar a las 70. En el 2013 se contabilizaron 95 y este año Castellón batirá un nuevo récord con más de un centenar de ferias y jornadas gastronómicas. Y eso sin contar todas las que se celebran en la capital. Porque nunca antes la agenda de los municipios del interior de la provincia había estado tan llena de muestras comerciales. Tanto que hay fines de semana (este ha sido uno de ellos) que se celebran no una, ni dos, ni tres… sino hasta cinco muestras. Lo nunca visto. Y lo llamativo es que los pueblos están demostrando que todavía es posible innovar y que no todo está inventado. ¿O acaso sabía que en Atzeneta se celebra una muestra de Energías Renovables o en Almenara una feria de la miel?

Que los municipios de la provincia han encontrado en este tipo de muestras la gallina de los huevos de oro es algo que demuestran las estadísticas que maneja la Diputación, cuyos datos apuntan a que en poco más de una década la celebración de este tipo de certámenes se ha duplicado. ¿La clave del éxito? No son caras de organizar y durante dos días consiguen llenar el municipio de turistas. Un dato basta para entenderlo. Solo la Feria Medieval de Sant Mateu logra congregar en apenas tres días a más de 20.000 asistentes. «Se trata de unos eventos que consiguen atraer a muchísima gente y eso explica por qué la gran mayoría de los pueblos de la provincia organiza, como mínimo, una feria anual», apunta Pablo Roig, diputado de Desarrollo Rural, que añade que la institución provincial invierte cada año 200.000 euros en la organización de ferias y jornadas de gastronomía.

Benlloch es uno de esos municipios (hay muchos más) que celebra dos ferias anuales: la Festa de la Verema y la Mostra Belloquina de Vins i Productes de la Terra. «Estas muestran son una manera más de darnos a conocer, de que la gente acuda a nuestro municipio y sepa de nuestros productos», describe Vicent Casanova, concejal de Agricultura y Comercio de Benlloch, que defiende que las ferias son un importante refuerzo económico.

Los pueblos que tienen feria anual solo hablan maravillas y los que no la tienen trabajan para promoverlas. Es el ejemplo de Llucena, aunque hay alguno más. Después de un año sin muestra, el próximo 3 y 4 de diciembre el municipio volverá a tener feria. «Llucena tenía en noviembre una feria agrícola y ganadera. El año pasado no se hizo y este año volveremos a organizarla, pero orientada más hacia los productos autóctonos, la cultura y el turismo», avanza David Monferrer, alcalde del pueblo de l’Alcalatén. Se trata de la Fira de la Tardor que tendrá como epicentro productos como el vino y proyectos turísticos como Camins del Pe-nyagolosa. «Una feria es una gran oportunidad para que la gente venga al pueblo», añade.

Muestras anuales las hay prácticamente todos los fines de semana y la temática es de lo más variada. Hay unas que giran alrededor de productos como el vino, el aceite, la almendra, la cereza o el tomate. Otras apuestan por los oficios medievales. Las hay que tiene un carácter cultural o que pivotan en torno a la agricultura, el turismo o el deporte....

¿TOCADO TECHO? // Cien ferias dan para mucho. ¿Son demasiadas? ¿Se corre el peligro de agotar la fórmula? Pablo Roig, diputado provincial de Desarrollo Rural asegura que no. «Lo que tenemos que conseguir es que cada una de las muestras que se celebran en la provincia sea singular y no que todas ofrezcan lo mismo. Hay que apostar por la especialización y la diferenciación», dice.

No solo de ferias viven los municipios del interior. Los restaurantes de estas zonas han encontrado otro filón en las jornadas gastronómicas. Y como ocurre con las muestras comerciales, cada año este tipo de citas van al alza, hasta sumar más de 40. H