«Yo ya he votado, yo ya he votado, yo ya he votado». Andreu tendrá unos 80 años y fue de los primeros en depositar su papeleta en la urna del referéndum. Fue repitiendo la frase mientras pasaba, sonriente, ante los centenares de personas que hacían cola. No era por dar envidia. Era ilusión. Votó pocos minutos después de las nueve de la mañana en la Agencia de Residuos de Cataluña, en el barrio barcelonés de Tres Torres. «Estoy emocionado. Si fuera más joven me quedaría a pasar el día, pero a mi edad no sería prudente...», explicó Andreu, antes de girar la esquina para volver a casa.

En el colegio electoral de Tres Torres estaba previsto que pasaran entre 10.000 y 12.000 personas, según explicó uno de los organizadores. Había 12 mesas, pero tres de ellas tenían a primera hora problemas con los ordenadores. Un joven salió al exterior y preguntó si había algún informático (también pidió bolis para marcar la papeleta). Cuatro personas levantaron la mano y se metieron dentro del edificio de la Generalitat entre aplausos.

No fue fácil organizar la cola, ya que había gente que llevaba más de tres horas esperando. Se notó (y se agradeció) que fuera uno de esos días en los que la gente sale de casa cargada de paciencia. Primero votaron los mayores y las personas con discapacidad. En la sala había observadores internacionales, interventores, ciudadanos y prensa. Se permitió participar a todos los que presentaran el DNI, aunque ese no fuera su colegio electoral asignado. Entre los votantes, un matrimonio y su hijo, que votaba por primera vez y al que fotografiaron antes de depositar la papeleta. «Es un poco raro que me estrene con este referéndum, pero también es algo que no olvidaré nunca».

Los organizadores solicitaron a todos los que votaran que no se marcharan, ya que, alertaron, «en cualquier momento podría venir la policía y se debería ejercer un resistencia pacífica para proteger las urnas». Mientras, un sonoro «viva España» salía de un balcón. Todo tranquilo. En la cercana escuela Orlandai, no obstante, la mañana empezó con la imposibilidad de votar por problemas informáticos.

Ni un minuto antes. A las nueve de la mañana los responsables de organizar la votación en la escuela La Llacuna de Poblenou, convertida en uno de los 2.315 colegios electorales, abría las puertas. A vivos gritos de «votarem» coreados por un grupo de unas 300 personas que se había mantendio desde las cinco de la mañana bajo la lluvia para custodiar el local, cortaron las cadenas de seguridad que ellos mismos habían fijado para evitar el precinto del espacio.

Pero una vez blindadas las urnas del Gobierno catalán, y con los vocales y presidentes de mesas instalados, la conexión a internet empezó a fallar. No solo el acceso al censo, sino cualquier consulta on line. Con las colas ya formadas, los organizadores repartieron sillas para los más mayores y llamaron a la calma y a la paciencia. Una hora y media más tarde, la conexión se restableció y los primeros votantes depositaron las papeletas en la urna aclamados por familiares, amigos y vecinos. Cientos de personas esperaban turno en un clima en el que se respiraba alivio y tensión por el temor a que llegara la policía.

Los mayores, primero

Con la parka empapada y un sobre casi deshecho por la humedad, Isabel Tresserra trataba de depositar nerviosamente su voto en la urna de la Escola del Treball, en el Eixample izquierdo. A sus 94 años, esperó casi tres horas bajo la lluvia para llevar su sí hasta el final. Frágil y menuda, esta anciana aceptó un sobre nuevo y pareció hacerse más grande en cuanto votó.

En el distrito con más población de edad avanzada de la ciudad, ir a votar dentro del recinto de la Escola Industrial -entre otros- fue un gesto épico para estos vecinos. Es el punto con más censo de Cataluña y una trinchera enorme para garantizar su apertura. Pero hasta las 10.30 no se pudo empezar a votar, mientras miles de personas esperaban estoicamente. La presencia de ancianos era tan numerosa que finalmente se abrió un pasillo para darles paso antes de que alguno desfalleciera.

Duplicidad de votos

La entidad Societat Civil Catalana (SCC) difundió ayer imágenes en las que aparecían dos personas votando en dos mesas electorales distintas y también cómo una niña depositaba un sobre en una de las urnas.

Societat Civil Catalana sostuvo a través de su cuenta de Twitter que la convocatoria del 1-O era «una gran mentira» ya que una misma persona pudo votar dos veces, la primera en el colegio San Pau en la Verneda, alrededor de las nueve de la mañana, y la segunda en la Escuela Industrial, a las 14.30 horas, de Barcelona, según constataban con imágenes.