El presidente de la Diputación de Castellón, Javier Moliner, reiteró ayer su petición de «vuelta a la sensatez», y descartó la posibilidad de que se produzca un contagio independentista en la Comunitat Valenciana. En este sentido, aseguró que el «escarmiento de lo que está ocurriendo en Cataluña es suficientemente grave como para que si alguno tuvo alguna vez la tentación de contagiarse se le pase esa intención».

Javier Moliner caricaturizó la intervención de Carles Puigdemont al asegurar que, con ella, «se convirtió en un imitador de Chiquito de la Calzada, dando un pasito adelante y otro hacia atrás simultáneamente». Puntualizó que «el ridículo fue espantoso y sería objeto de tragicomedia si no tuviera la gravedad de estar provocando todo el daño que está causando». El presidente de la Diputación, quien realizó estas declaraciones tras presentar un nuevo plan de inversiones para el turismo castellonense en el palacio de Las Aulas, tildó de «disparate» e «irresponsabilidad supina» la situación «a la que ha llevado a la sociedad catalana el presidente Puigdemont».

Reiteró que, «para hacer el ridículo como lo hizo en el Parlament --el presidente catalán-- no hacía falta ni haber violentado la ley, ni haber espantado a las empresas, ni haber fraccionado la sociedad». Indicó que «para llegar al punto al que todos sabíamos que iba a llegar, que es que la independencia es imposible, no hacía falta hacer tanto daño».

un único camino // A juicio de Moliner, «el Gobierno de la Generalitat sólo tiene un camino, que es «volver al cumplimiento de la ley o declararse insumiso y convocar elecciones y esperar que la ley caiga sobre ellos». Quiso destacar que le preocupa «muy poco» el futuro de Puigdemont y «muchísimo» el de Cataluña.

Sobre la repercusión económica y la fuga de empresas, dijo que no quiere que «nuestra tierra se tenga que beneficiar porque a otros les vaya mal».

Por el contrario, señaló como un deseo que «vuelva la sensatez, que no se fracture la sociedad, que no se generen cicatrices dificilísimas de curar, que las empresas vuelvan a producir y no a ir a notarías a cambiar sus sedes sociales, y que desde la absoluta libertad para que cada uno piense lo que quiera, tengamos respeto a las reglas del juego».