Sin novedades en el frente. Y ya van trece años. La presión de los paranyers de Castellón, que con estudios científicos en la mano no han dejado de pelear ni un solo segundo, no ha impedido que un año más esta modalidad de caza con casi 800 años de historia siga totalmente prohibida. Y parece que no hay vuelta atrás, al menos a corto y medio plazo.

Pese a que la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente insiste en que no hay ninguna posibilidad de que el parany sea una práctica cinegética al uso porque «es ilegal», los aficionados de Castellón no pierden la esperanza y eso que en los últimos años han recibido revés tras revés. Todas las sentencias judiciales han sido en contra (del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat (TSJCV), el Tribunal Supremo, el Constitucional y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea), pero ahora los paranyers dicen haber encontrado un pasaporte para la legalización. Y están seguros de que va a ser el definitivo. Hace tan solo quince días, la asociación Apaval presentaba un método de capturas

totalmente selectivo mediante el cual se activa un mecanismo accionado manualmente con una efectividad que alcanza el cien por cien. Este sistema, que ha tardado cinco años en desarrollarse y está avalado por expertos de varias universidades valencianas, nace con la esperanza de que ayude a desbloquear una prohibición que dura ya más de una década. «Se trata de un golpe de efecto ante la situación de bloqueo actual”, reconocía, esperanzado, el presidente del colectivo, Miguel Ángel Bayarri.

Los aficionados confían en que este nuevo sistema les devuelva la legalidad, pero el Consell parece que no está dispuesto a mover ficha y tampoco tiene prisa por estudiar el método selectivo al que aluden los paranyers, un método que sí será presentado en comunidades autónomas como Cataluña, Mallorca, Aragón o Madrid.

Mientras los aficionados esperan la decisión del Consell, el PP se ha afanado en dar su apoyo al colectivo y lo ha hecho tras una reunión de los paranyers con el presidente de la Diputación, Javier Moliner. Los ecologistas, en cambio, no quieren ni oír hablar de una modalidad de caza que consideran como «delito» y que, por tanto insisten, debe evitarse y perseguirse. H