Los mosquitos se convirtieron en un problema de primer orden en el verano del 2015. Las lluvias y el calor crearon el cóctel perfecto para la proliferación de estos insectos, que se convirtieron en la peor plaga en años en la provincia.

¿El resultado? Una peregrinación a las farmacias en busca de productos para prevenir o calmar los habones. Algunas incluso llegaron a agotar los productos. “Lo hemos vendido todo. Viene la gente muy cansada y agobiada, y alguno tiene picaduras tan graves que les tenemos que recomendar que se vayan directamente al ambulatorio para que le pinchen una dosis de Urbason”, señalaban desde una farmacia de Benicàssim. Los niños y los mayores fueron los más afectados.

Y un problema de salud pública comenzó a pasar factura al turismo. Así, hosteleros del Grao lamentaban que la gente no podía estar en las terrazas. En las webs de viajes, los internautas alertaban: “Cuidadito con los mosquitos”. “Hacía mucho calor y tuvimos que dejar la ventana del balcón abierta y los mosquitos nos comieron”, se quejaban.

Mientras, los ayuntamientos redoblaban sus esfuerzos para la fumigación, aunque con las precipitaciones el tratamiento con adulticida perdía efectividad, pues el pulverizado lo arrastraban las lluvias.

La Diputación solicitó en julio a la Generalitat la cesión de competencias en esta área para que desde la institución se pudiera coordinar una estrategia común con los ayuntamientos. En agosto 12 consistorios --ninguno del PP-- reclamaron a Diputación actuar todo el año, pero la cesión de competencias no llegaba. En noviembre, la bajada de temperaturas y los controles llevados a cabo por los ayuntamientos evitaron la proliferación de mosquitos. La Diputación pidió a la Generalitat incluir en sus cuentas del ejercicio 2016 financiación para un plan provincial contra los mosquitos, que no llegó. H