Si el PSOE es una guerra, y lo es, el parte de ayer indica que los bandos en conflicto no cedieron un milímetro en sus posiciones, defendidas puerta a puerta. De forma literal: en pleno choque de legitimidades tras la dimisión el miércoles de la mitad de los 35 miembros de la ejecutiva, hubo un par de horas a media mañana en las que las dos fuentes de autoridad en el partido, incompatibles entre sí, ocuparon la sede socialista, a escasa distancia la una de la otra y sin ningún contacto.

Por un lado, la dirección del PSOE, o lo que queda de ella, no reconocida por la mitad de la organización y con Pedro Sánchez a la cabeza. Por otro, la presidenta del comité federal, Verónica Pérez, que según la interpretación que los críticos hacen de los estatutos debe gestionar el partido de forma provisional hasta la constitución de una gestora. «En este momento la única autoridad que existe en el PSOE soy yo», dijo Pérez, líder de los socialistas sevillanos y dirigente de confianza de Susana Díaz.

Cabeza visible de los enfrentados a Sánchez, que la ven como su recambio más sólido, la presidenta de la Junta tampoco estuvo callada. Reunió al máximo órgano del PSOE andaluz e hizo una enmienda a la totalidad de la hoja de ruta de quien hasta ahora ha liderado el partido. También se postuló para «coser» de nuevo unas siglas más divididas que nunca en los últimos tiempos.

Nada de esto hizo mella en Sánchez. «Seguimos adelante», señaló un miembro de su ejecutiva poco antes de comenzar la reunión. Según varios de los presentes en el encuentro, hubo cierre de filas en torno a quien siguen considerando como el secretario general, que mantuvo su pulso con los críticos, un sector al que pertenecen la inmensa mayoría de los presidentes autonómicos socialistas.

Sánchez perseveró en la decisión que hizo estallar la guerra abierta el pasado lunes: la convocatoria de un congreso relámpago con votación de los militantes el próximo 23 de octubre, enterrando por el camino el compromiso de aparcar la disputa orgánica hasta que España tuviera Gobierno con plenas facultades. Incluso fue un paso más allá. El cónclave propiamente dicho, donde se nombraría a la nueva ejecutiva tras la elección en primarias del secretario general, estaba previsto para principios de diciembre, pero ayer se adelantó al 12 y 13 de noviembre «para acortar la situación de interinidad del partido», explicaron los colaboradores de Sánchez.

Fue toda una declaración de intenciones, pese a que varios de los miembros de la ejecutiva abogaron por encontrar una solución de «consenso». Entre ellos, Meritxell Batet, Antonio Hernando y Patxi López, que, según fuentes de ambos bandos, está haciendo de «mediador» en un choque sin precedentes en el partido. Si el exlendakari retira su apoyo a Sánchez, aseguran los críticos, «la batalla estará ganada».

Los enfrentados al secretario general creen que lo único que busca es «morir matando». Sus afines consideran que le asiste la razón. Los primeros quieren que resuelva el conflicto el comité de garantías del PSOE; los segundos se niegan a que se convoque ese organismo. Allí los críticos ostentan una mayoría de tres a dos. Con todo, será mañana sábado donde se vislumbrará cuál es el equilibrio de fuerzas cuando se reúnan los casi 300 miembros del comité federal.

«Es un momento muy doloroso», reconoció Díaz ante el comité director del PSOE andaluz, donde no hubo fisuras en la posición contraria a Sánchez. La presidenta de la Junta no nombró al secretario general en ningún momento, pero casi todas sus frases eran una crítica a su figura: por centrarse en los «militantes» y descuidar a los «votantes», ser el principal responsable de las derrotas electorales, haberse visto «cegado por los fogonazos» de Podemos y «no defender el patrimonio» del partido al enfrentarse a González y Zapatero. Díaz, por último, defendió celebrar el congreso cuando haya Gobierno, pero siguió sin aclarar si es partidaria de abstenerse con el PP o ir a terceras elecciones.

Lo único que ha defendido hasta ahora la andaluza en este terreno es que «con 85 diputados no se puede gobernar». En cambio, el líder del PSC, Miquel Iceta, pidió en el Parlamento catalán a los independentistas que colaboraran para que Pedro Sánchez llegase al palacio de la Moncloa. Según algunas federaciones, entre ellas la de Castilla-La Mancha, fue la prueba de que el líder socialista tenía un «plan oculto» para gobernar gracias al PDC y ERC. Los colaboradores de Pedro Sánchez lo niegan tajantemente, pero llegados a este punto aquí nadie cree a nadie. H