Aprender las lecciones italianas. Ese es el objetivo de los expertos y los agricultores castellonenses para, una vez llegado el nefasto caso de la detección de la plaga, evitar en lo posible su afección. «No nos tiene que pasar como en las Baleares o en Italia, donde no se quiso mirar y cuando se actuó ya era tarde». Son palabras de Hilari Jaime, responsable de olivicultura de la Unió y experto, por propio interés -ya que es olivarero- y por vocación, en la Xylella fastidiosa.

Y es que el descubrimiento en el 2013 de la bacteria en Apulia, una región italiana con 10 millones de olivos (Castellón tiene unos 350.000) dio paso a un psicodrama social, con activistas encadenados a árboles milenarios, fiscales persiguiendo a científicos y la bacteria campando a sus anchas.

La detección se realizó cuando la enfermedad ya había superado el foco por el cual había llegado a la zona concreta, un vivero que importó de Holanda una planta de café que procedía de Costa Rica. Algo muy parecido a lo que ha sucedido en Baleares.

No del vivero de Alcanar

En el caso de Mallorca, la detección, en octubre, en unos cerezos que procedían de un vivero de Alcanar y que tiene en el Baix Maestrat una zona de cultivo motivó una intensa labor de prospección en la provincia y en la vecina, «con más de 130 muestras», recuerda el responsable de Sanidad Vegetal de la Generalitat, Vicente Dalmau. Todas dieron negativo y ahora se sabe a ciencia cierta que la plaga ya estaba entonces extendida por la isla, como también por Ibiza y Menorca. Así, ya está «descartado» que la enfermedad proviniese del vivero tarraconense, afirma Dalmau.

Pero esta falta de control previo es un aspecto que ha facilitado, como en la región italiana, la propagación de la bacteria. Tanto es así que Mallorca «se da por perdida», señala Dalmau.

A esto también han contribuido, en el caso italiano, las trabas de diferentes grupos, desde los ecologistas, que trataban de evitar la tala de árboles milenarios, hasta los propios habitantes de la zona, que cuando llegaban las excavadoras a los campos denunciaban las actuaciones y las autoridades judiciales las paralizaban. Y es que para estos la tala de un árbol ancestral supone, directamente, un golpe económico: «La Unión Europea subvenciona la posesión de plantas antiguas, aunque no sean productivas. La erradicación supone una pérdida importante», explica Lisa Signorile, doctora en genética de poblaciones por el Imperial College de Londres y que además ha seguido de cerca el caso italiano.

Para tratar de evitar esto en Castellón, los agricultores y los expertos piden «compensaciones» a la Administración por arrancar los árboles. «Si no, lo más probable es que se calle quien lo detecte», afirma Jaime. Con él coincide Dalmau: «La ventaja de las indemnizaciones es que fomentan que la gente denuncie. Además, en la ley española de sanidad vegetal ya están previstas las ayudas». Correspondería al Estado el pago, mientras a la Conselleria la tramitación, concreta.

Así se conseguiría una actuación «rápida y contundente» al principio, que incluiría la tala de los árboles infectados y los de su entorno, algo «necesario» para Dalmau. Con él coincide Jaime: «Desde la Unió pedimos que, si se detecta, se actúe sin contemplaciones y con compensaciones para los productores». De hecho, están también a favor de esta medida en Baleares, donde ya se ha pasado del protocolo de erradicación al de contención, que ya no contempla la tala de árboles.

Además, también es clave conocer la biología del insecto vector, el Philaenus spumarium, «y saber si cría en la hierba o no, para tratar de controlarlo», apunta el agricultor.