«Es un clamor». Son las quejas de los agricultores, que en los últimos días han visto cómo aumentan los robos de naranja en los huertos. Lo dice César Roures, ingeniero técnico agrícola de la Cooperativa San Isidro, para referirse al término municipal de Castellón, pero las organizaciones agrarias afirman que los casos se suceden en todo el territorio provincial y en la Comunitat.

El gerente de San Isidro, José Vallés, desvela que esta misma semana «un grupo organizado» sustrajo 10.000 kilos de naranjas de la variedad valencia late de un huerto que gestiona la cooperativa en la partida de Fadrell. «La mitad de la finca», se lamenta. Y los ladrones no pudieron llevarse cinco sacos más, que se dejaron en el mismo huerto. Ese mismo día entraron a robar en dos campos cercanos, señala el propio Roures. En uno de ellos robaron «4.000 kilos más», manifiesta.

No son casos aislados. La Unió y AVA-Asaja alertaban recientemente de que los robos se han reactivado en los huertos de toda la Comunitat. Y Fepac-Asaja ya ha pedido una reunión con el subdelegado del Gobierno en la provincia para tratar el tema.

Elevada demanda

La razón de este auge está clara. Después de una campaña en que la fruta no ha tenido precio, en esta recta final «la naranja se paga bastante bien, incluso por la industria» de zumo, apunta Vallés. Y esto hace que los amigos de lo ajeno se interesen por ella.

Además, en esta temporada se da una circunstancia que facilita, sin quererlo, la actividad delictiva. «Cuando se quedó fruta en el árbol, surgieron empresas fantasma que la recolectaban» para enviarla a la industria, de forma legal, «o de forma irregular al mercado», señala Carles Peris, de la Unió. «Esa gente se ha quedado en el campo y ahora se está detectando que está relacionada con los robos», afirma.

Cuando llevaba a cabo aquella labor lícita de la recolección de la fruta que no se iba a aprovechar, algunos de los grupos solicitaban a los propietarios un documento Data, que marca la trazabilidad de la fruta, para acreditar su procedencia para llevarla a la industria. Y posteriormente utilizaban este documento como aval ante posibles inspecciones policiales, dado que los cuerpos de seguridad no conocen exactamente de dónde procede la naranja.

«A un amigo le pasó, hizo un Data, que solo vale para un día, y un mes después lo llamó la Guardia Civil. Con el documento habían robado medio término de Burriana», asegura José Francisco Nebot, de Fepac-Asaja.

La última pata de la mesa es quien compra la fruta. Y todos lo tienen claro: han proliferado pequeños comercios que no tienen reparos en comprarla sin tener clara su procedencia.