Las instalaciones de los hoteles de Castellón parecen el escenario de una película de terror. Luces apagadas. Habitaciones cerradas. Piscinas sin hamacas. Silencio total. Y lo peor es que sus protagonistas no saben cuándo se pondrá punto y final a una pesadilla que mantiene al 80% de los establecimientos de la provincia cerrados desde hace ya cuatro meses y con perspectivas de no volver a abrir, como pronto, hasta el próximo mes de mayo. Ocho meses con cero clientes y cero ingresos. Treinta y dos semanas tirando de créditos bancarios para poder hacer frente a los colosales gastos que tiene que afrontar un hotel pese a estar cerrado. «Si la campaña de verano no es mínimamente decente no habrá empresa que lo resista», advierte Alexis de Pablo, presidente de la Asociación de Alojamiento Turístico de Castellón (Altur-Hosbec), y director del hotel del Golf Playa del Grau de Castelló.

Hasta el 2020, el sector turístico sumaba en Castellón récord tras récord, y lo hacían tanto en viajeros, como en facturación y empleo. Cada año mejoraba el anterior, pero la pandemia ha supuesto un cortocircuito para una industria que representa el 12% del PIB de la provincia. Los hoteles perdieron 800.000 viajeros en el último año y cuatro de cada diez empleos y, tras una temporada estival decepcionante y mucho más corta de lo normal, la inmensa mayoría cerró sus puertas entre finales de septiembre y principios de octubre. Y en plena tercera ola de contagios, con fuertes restricciones a la movilidad y una campaña de vacunación que avanza a trompicones, el peor de los escenarios posibles se ha hecho realidad. «Por estas fechas, y en circunstancias normales, la mayoría de los hoteles de la costa estarían ya abiertos o a punto de hacerlo. Pero las perspectivas para los próximos meses son malas. Casi nadie se plantea abrir en Semana Santa y el horizonte con el que se trabaja es el mes de mayo o incluso junio», explica Francisco Ribera, director del Gran Hotel Peñíscola y presidente de Agretur, la asociación de empresarios turísticos de la ciudad del Papa Luna.

El panorama sigue lleno de nubarrones y la capacidad de reacción del sector es mínima. Los próximos meses quedan a expensas de la evolución de la crisis sanitaria en España (los hoteles de la provincia se nutren, fundamentalmente, de turistas nacionales) y con una campaña de vacunación ralentizada vuelve a reinar el pesimismo. Casi con la excepción de Marina d’Or, que reabrirá sus puertas el 28 de marzo, los hoteles de la costa dan por perdida la Semana Santa y por ejemplo en Peñíscola, uno de los grandes pilares del turismo de sol y playa en la Comunitat, la previsión es que casi todos los establecimientos continúen cerrados. «Nadie ve viable abrir por tres o cuatro días de campaña. Después de Pascua, y sis campañas como las del Imserso, volverá a haber cero reservas y poner en marcha un hotel solo por tres días es muy complicado», argumenta Alexis de Pablo.

GASTOS QUE NO DESAPARECEN

De los cuatro hoteles de los que dispone el Grupo Intur en Castellón, dos permanecen cerrados desde el final de la temporada estival. Se trata de l Azor y Orange, ambos en Benicàssim e Iker Llano, director general de Grupo, cree que en las próximas semanas el panorama no será distinto. «Nos gustaría ser más optimistas y pensar que retomaremos la actividad en Semana Santa, pero las últimas noticias nos hacen pensar que no se producirán las reaperturas ni retomaremos la actividad de nuestros establecimientos hasta verano», dice.

La facturación ha caído a cero para la mayor parte de los hoteles de la provincia, pero los gastos fijos continúan. Y tienen dimensiones colosales. IBI, IAE, vados, mantenimiento de ascensores, piscinas.... el sector estima que cada establecimiento se enfrenta a unos gastos fijos de entre 40.000 y 60.000 euros al mes, aunque en el caso de los hoteles más grandes la cifra puede superar incluso los 10.000 euros. «Pese a estar cerrados, hay un personal mínimo que debe seguir trabajando en departamentos como administración, mantenimiento, limpieza, vigilancia, recepción.... Y aunque todo depende del tamaño, calculamos un gasto de 500 euros al mes por habitación», apunta LLano.

En una provincia en la que el grueso de la planta hotelera pertenece a empresas familiares, muy vinculadas al territorio, la resistencia es limitada. Y el sector necesita ayudas directas. «Desde los setenta, con el boom del turismo, esta es la peor crisis que hemos vivido. Y no es una crisis de modelo, porque tenemos un productos basado en el sol y playa que gusta», describe Alexis De Pablo que insiste en que el sector nunca ha pedido nada pero ahora necesita ayudas directas. «Nos hemos acogido a los ERTE, a créditos ICO... pero estas medidas son insuficientes. Reivindicamos una línea de subvenciones directas, que los ayuntamientos nos condonen o rebajen los impuestos municipales... en suma, que la Administración nos ayude ante una situación preocupante e incierta».