Marina Povedano, una castellonense de 28 años, se pasó la noche del jueves al viernes repartiendo agua y comida a la gente que estuvo horas atrapada en las rondas de Barcelona. Para la joven, que vive en la Ciudad Condal, «fue un día muy duro», pero pone en valor «que todo el mundo hizo lo imposible por ayudar; daba lo que podía».

«Hacia las 00.00 o la 1.00 empezó a correr la voz de que la gente estaba atascada en las rondas. Había caravanas de coches que llevaban desde las seis de la tarde (cuando comenzó la operación jaula) ahí, sin poder salir, con el calor que hacía. Y excepto la ronda Meridiana, que es al aire libre, las demás son cerradas con túnel. Y lo estaban pasando muy mal».

Fue algo totalmente espontáneo, dice. «Fue todo el mundo que pudo. Desde los vecinos hasta los taxistas se unieron para acceder a las salidas que había en las rondas para llevar agua y comida a todo el mundo. Había familias con niños pequeños; diabéticos; gente muy mayor. Todos atascados. No podían ni comer ni beber. Estaban sudando, se quedaban sin gasolina y no podían encender el aire acondicionado». Marina estuvo allí, ayudando: «Cogimos agua y comida de casa y fuimos a comprar en más sitios y aparcábamos los coches a la salida e íbamos barriendolo todo. Toda la noche andando, llevando agua y comida a todo el mundo. Cuando se nos acababa, volvíamos al punto base y volvíamos a barrer todo. Nos acostamos a las siete». Para dar una idea de lo vivido, explica que un autobús en cinco horas que estuvo en su zona hizo 4 ó 5 kilómetros.

Señala que la tarde noche de los atentados «fue bastante complicado todo, porque como cerraron el centro, la gente no podía ir a sus casas. Tuvimos en casa a gente, compañeros, que no podían regresar a sus casas».

«Fue una locura, una compañera que se quedó aquí en mi casa trabajaba en el Portal del Angel, una tienda gigantesca, y me decía que les habían encerrado. Me contaba que estaba supernerviosa que veía a la gente corriendo, dando golpes de pánico, que querían entrar pero no les podían dejar entrar porque los mossos no permitían que entrara o saliera gente por si eran atacantes».

«Mucha gente dice que la ciudad no está preparada para esto. Yo creo que sí. Todo el mundo ayer, no solo los mossos, hacía lo imposible por ayudar, daba lo que podía, y respondió bastante bien. Aunque fue un día duro, fue muy bonito que pidieran intérpretes en los hospitales y a las seis estaban lleno, y que las donaciones de sangre a las dos horas estuvieran cubiertas», manifiesta.