Han sido unos años malos, muy malos... Ahora empezamos a respirar, aunque no sé cómo hemos aguantado tanto. Si esto dura mucho tiempo más nos vamos todos al garete”. La frase es de Andrés García, propietario de uno de los casi 500 alojamientos de turismo rural con los que cuenta Castellón. García tiene 43 años y hace 10 decidió convertir la casa que sus antepasados tenían en Forcall en un apartamento rural. Al principio no sabía nada, o casi nada, pero fue aprendiendo con el tiempo y acabó convirtiéndose en un profesional. Luego llegó la crisis. “Estos últimos años hemos hecho de todo, desde ofertas agresivas a bajar los precios... Todo lo que ha hecho falta para sobrevivir”, recuerda. Y lo mismo le sucedió a todos sus colegas.

Los mismos que resistieron a base de ofertas y contraofertas hoy respiran un poco más tranquilos. Las familias vuelven a salir y el turismo rural abandona el letargo. Encontrar plaza libre para pasar la Semana Santa en un alojamiento de Morella, Vistabella o Segorbe era hace unas jornadas prácticamente imposible y hay alojamientos llenos incluso para el próximo fin de semana.

Detrás del optimismo (ahora sí) de la mayoría de los empresarios está el balance del 2015. Los alojamientos rurales y albergues del interior cerraron el año pasado con 47.136 turistas, un 7% más que en el 2014, cuando fueron 43.069, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Lo mejor es que las cifras del último año empiezan a asemejarse a las de antes de la crisis. Un ejemplo. En el 2007, en pleno boom del sector, algo más de 50.000 turistas eligieron alguna casa rural de Castellón para pasar sus vacaciones. En el 2008 se inició una tendencia a la baja que se rompió en el 2014. Y en el 2015 la mejora se consolidó.

Pero hay otra buena noticia: el 2016 no va a ser peor. Enero y febrero han acabado con 8.522 visitantes, más del doble que en el mismo periodo del año anterior.

Pese a que los resultados del 2015 son los mejores en años, quienes se dedican al negocio de los alojamientos rurales creen que todavía queda mucho para alcanzar cifras óptimas. El turismo nacional puede dar mucho más de sí, pero la clave está en atraer a los clientes extranjeros. Porque en este segmento las cifras son aún muy pobres. Un dato basta para entenderlo. De los 47.136 turistas que se alojaron el año pasado en alguna casa u hotel del interior de la provincia, tan solo 712 (el 1,5% del total) procedían de fuera de las fronteras nacionales. En la costa, el porcentaje es diferente, y el cliente internacional supone casi el 20%.

ACCIONES PROMOCIONALES // Los empresarios saben que su asignatura pendiente es abrir fronteras y para ello han buscado la colaboración de la Administración. “Es cierto que el cliente extranjero es todavía minoritario, pero en los próximos meses se van a llevar a cabo acciones promocionales para intentar que el porcentaje suba”, argumenta Gabriel Mayo, presidente de la Asociación de turismo rural, adscrita a Ashotur. De hecho, la Diputación de Castellón mantuvo contactos en Fitur con el turoperador británico Rambler´s, uno de los especializados en vacaciones de senderismo más importantes y de mejor reputación en Reino Unido.

El turismo rural atrae solo a clientes nacionales, pero hay algunas excepciones. Y una de ellas es la Covarxella, en Culla, con turistas alemanes, holandeses y franceses, “Son clientes muy buenos y con estancias más largas, de unos siete días”, apunta su propietario, Aurelio Rodríguez. El objetivo ahora es que el caso de la Covarxella no sea único. H