La democracia directa está de moda. Cada vez más municipios de uno y otro color político se suman a preguntar a los ciudadanos cómo quieren que sea su ciudad, y llevan a cabo mecanismos para que sea la gente la que lleve la voz cantante. La burbuja de la participación es imparable y la mejor prueba de ello son los presupuestos participativos. Pocos son los municipios de Castellón de más de 10.000 habitantes que no los tienen y solo este año los vecinos de estas localidades de la provincia han decidido sobre el destino final de más de tres millones de euros. Todo un récord y que suma adeptos año tras año.

Aunque las primeras experiencias participativas en España empezaron a gestarse en 2001, ha sido en los últimos cinco cuando se han expandido. «Fundamentalmente desde 2015 se ha producido un crecimiento, no solo cuantitativo, sino también relacionado con la inclusión de nuevos enfoques y metodologías como la participación digital. Y ese crecimiento está vinculado a una demanda social creciente de unas instituciones más permeables a las necesidades de la gente y que puedan expresarse en primera persona», explican desde la Red de Ciudades Participativas.

En Castellón uno de los pioneros fue Vila-real. De hecho, los presupuestos participativos de la ciudad han cumplido ya seis años. «Es una iniciativa fundamental pues de lo que se trata es de dar voz y voto al ciudadano, de hacer una ciudad pensada para el vecino, una ciudad más amiga», apunta Gema Gil, concejala de Participación Ciudadana.

Almassora también es otra de las localidades de la provincia que se siente orgullosa de la iniciativa. De hecho, y de cara al 2018, hay prevista una partida de 175.000 euros, el 25% del capitulo destinado a inversiones. O lo que es lo mismo: los vecinos tienen en sus manos decidir cómo y en qué se gastar uno de cada cuatro euros. «De lo que se trata es de dar más protagonismo a la opinión de los habitantes de Almassora en las inversiones que realizamos con el dinero de todos, el dinero público», argumenta la primera teniente de alcaldesa y actual edila de Participación Ciudadana, Susanna Nicolau.

Más allá de decidir en qué se invierte el dinero, la democracia participativa supone una nueva manera de hacer política. Porque es en los ayuntamientos donde se deciden las cuestiones que tienen el efecto más inmediato sobre la ciudadanía. Y es en los municipios donde estos modelos de hacer política de forma más colaborativa se están abriendo paso. «Ya no hay vuelta atrás. Nuestra intención es potenciar la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones públicas, de ahí la creación de un grupo motor de Participación Ciudadana», explica Ignasi Garcia, concejal de Transparencia y Modernización del Ayuntamiento de Castellón.

IMPLICAR A MÁS VECINOS // En Almassora y Vila-real, pero también en Castellón, Onda o Vinaròs (los del 2018 serán sus segundos presupuestos participativos y el dinero asignado se ha duplicado) nadie duda de las ventajas de la iniciativa. Pero en lo que también coinciden es que todavía faltan cosas por corregir. Y una de ellas es mejorar el porcentaje de vecinos que participan.

En la capital, por ejemplo, donde se ha puesto en marcha la página web Decidim Castelló, las propuestas fueron votadas finalmente por 2.900 personas, el 2% de la población mayor de 16 años, un dato que fue criticado por el grupo municipal popular, que tildó de «fracaso» las votaciones. En Vila-real el porcentaje no fue mucho más alto y votaron 598 personas. «Es cierto que todavía cuesta mucho que los ciudadanos se impliquen, esta es una de las asignaturas pendientes y en Vila-real vamos a organizar una charla para informar a los vecinos de cómo pueden participar», avanza Gema Gil, concejala de Participación Ciudadana del municipio.

Ignasi Garcoa defiende que los datos no están tan mal. «En Elche, que es una de las ciudades donde este sistema funciona mejor, votó el 1,8% de la población», sostiene el edil de la capital que reconoce, no obstante, que hay cosas que se pueden mejorar. «Se han hecho cambios y ahora es un proceso abierto a todo el mundo y no solo a las asociaciones de vecinos», defiende el edil.

Con algunos fallos y con muchos aspectos por pulir (en los ayuntamientos insisten en que no se puede obligar a nadie a participar) , la realidad es que los presupuestos participativos no tienen vuelta atrás. No la tienen en Castellón ni tampoco en España ni en el mundo, donde se estima que este proyecto se ha afianzado ya en unas 1.500 ciudades. Algunas tan importantes como Nueva York o París.