Mochila, gafas de sol, gorra, ropa ligera, zapatillas cómodas, crema solar, tiritas, móviles en guardia con la cámara encendida... ¿Les suena la estampa? Es la de los festivales musicales de verano, donde hay conciertos y más conciertos, tantos que pueden contarse por decenas. Los festivales son al verano, y a su legión de seguidores, lo que el sofá y la manta a los fines de semana de invierno: inevitables. Y Castellón es tierra de festivales. Pocas fórmulas funcionan mejor. Solo el año pasado, las tres citas musicales por excelencia, Arenal Sound, FIB y Rototom Sunsplash, congregaron a 625.000 espectadores y la caja del sector superó los 58 millones de euros, casi la misma cantidad que la suma de los presupuestos de Vila-real y Almassora.

Con el inicio de la temporada a la vuelta de la esquina (apenas quedan 4 días para el arranque del FIB), la maquinaria está engrasada. Y eso que el Arenal de Burriana ha nadado en la incertidumbre hasta el último momento y todavía sigue pendiente de la autorización por la parte de la Conselleria de Justicia, aunque todo apunta a una solución en pocos días por su carácter supramunicipal.

FIB, Arenal y Rototom tienen los carteles cerrados, ya han vendido miles y miles de entradas y abonos, y Benicàssim y Burriana empiezan a oler a festival. “El objetivo este año es superar los 650.000 espectadores del verano pasado. Todos los festivales prevén crecer”, apuntaba hace tan solo unos días Andrés Martínez, vicepresidente de Turismo de la Diputación Provincial.

Pese a que las cifras hablan por sí solas, los organizadores están convencidos de que este año se superarán los datos del 2015. “Llevamos más de 45.000 entradas vendidas y el objetivo es superar las 50.000 e incrementar ligeramente los números de la última edición”, explica Tomás Abril, responsable de comunicación de la empresa Imusic Festival, promotora del Arenal Sound, el evento más multitudinario de cuantos se celebran en España, con 260.000 asistentes (según costumbre en el sector, cuando una persona acude cuatro días a un festival cuenta como cuatro).

El de Burriana es el que más espectadores congrega, y eso que es uno de los eventos musicales más jóvenes. El FIB, en cambio, es todo un clásico. Si hay un certamen longevo es, sin duda, el Festival Internacional de Benicàssim, que en esta edición cumplirá ya 22 años. La primera fue en 1995, y desde entonces ha sufrido varios altibajos (tocó fondo en el 2014) y este año confía en consolidar la recuperación. “Las previsiones que tenemos para este año son de unas 40.000 personas por día”, aseguran desde Maraworld, la promotora del FIB. El año pasado fueron 30.000 fibbers diarios.

Arenal y FIB prevén crecer ligeramente y al Rototom no le va a ir peor. El mayor festival reggae europeo aspira a repetir las cifras del verano pasado, cuando cerró con 250.000 espectadores procedentes de 73 países distintos.

2.000 EMPLEOS DIRECTOS // Si a los festivales les va bien, a la hostelería también. Una parte importante de esos casi 60 millones de euros se quedan en bares, restaurantes, hoteles y pequeños comercios de Benicàssim y Burriana y, además, se crean 2.000 puestos de trabajo directos y otros tantos indirectos.

Con tamaño impacto no es de extrañar que la Administración apueste por ellos. Y lo hace a dos bandas. Esta misma semana, la Diputación presentaba la marca Castellón tierra de festivales. La institución aportó 400.000 euros a los cuatro grandes festivales de la provincia y anunció que la marca estará presente en más de un centenar de medios de comunicación nacionales e internacionales. 24 horas más tarde, el Consell presentaba Musix, otra marca con la que pretende vender los festivales de la provincia en 50 ferias turísticas. Además de la promoción, el Gobierno valenciano promoverá una ley para proteger la figura de los festivales, a imagen de lo que ya sucede con otro tipo de fiestas. H