Un estudio desarrollado por científicos de la Universidad de Cambridge ha descubierto un patrón psicosocial que explicaría la inclusión de escenas violentas en los juegos de simulación desarrollados por los niños. De acuerdo a un comunicado, estos juegos imaginarios estarían basados en la necesidad de controlar con mayor eficacia el comportamiento de compañeros irascibles o de mal genio.

La introducción de la violencia imaginaria, por ejemplo simulando peleas o asesinatos, sería en realidad parte de una estrategia de inteligencia emocional que desarrollan los niños más equilibrados, para lograr cierta armonía con sus compañeros más irritables o que presentan mayores dificultades para controlar sus emociones.

De esta forma, los niños utilizan la simulación de actos violentos para ?ensayar? respuestas y estrategias frente a compañeros que se encuentran identificados como irascibles o de mal genio. La investigación concluye que los niños tienen muchas más posibilidades de desarrollar este tipo de juegos cuando están en compañía de sus amigos más proclives a la ira y las reacciones intempestivas.

A partir de un estudio observacional desarrollado con la participación de 104 niños de una escuela en China, los científicos determinaron que existe un 45% más de probabilidades de elegir escenas de violencia imaginaria en los juegos cuando algunos de los integrantes es considerado como de mal genio o de temperamento complejo. Asimismo, esta solución es más elegida por los niños que por las niñas, entre las cuales se aprecia un menor porcentaje de uso de esta clase de juegos simulados.

Canalizar emociones y probar estrategias

Según el Dr. Zhen Rao, autor principal de la investigación, ?cuando los niños tienen un amigo que se enoja fácilmente es posible que exploren formas de lidiar con su comportamiento a través del juego de simulación. Esto les brinda un contexto seguro en el cual probar diferentes formas de manejar situaciones difíciles, pensando en la próxima vez que surjan en la vida real?, indicó.

En el estudio, los niños de entre 7 y 10 años fueron divididos en parejas y se registraron sus juegos durante 20 minutos. Se les proporcionaron juguetes neutros, sin incorporar por ejemplo armas de juguete, y se les brindó máxima libertad en cuanto a los juegos a desarrollar. Al mismo tiempo, se les pidió a los participantes que calificaran a sus compañeros de acuerdo a su comportamiento y carácter.

Empleando un esquema estadístico denominado Modelo de Interdependencia Actor-Socio, que sirve para evaluar la influencia psicológica que presentan dos personas entre sí, los expertos arribaron a interesantes conclusiones. En promedio, más de la mitad de los niños (53,5%) mostró al menos una instancia de juego de simulación agresivo, pero las parejas de jugadores que incluían un integrante considerado conflictivo fueron más proclives a desarrollar esta clase de juegos imaginarios.

Para el Dr. Rao, ?que los niños estén averiguando cómo manejar situaciones difíciles a través del juego de simulación sugiere que para algunos de ellos se trataría de una estrategia para desarrollar sus habilidades sociales y emocionales?, concluyó. En consecuencia, aunque es lógico que los padres y docentes busquen limitar los juegos violentos, también se debe tener en cuenta que en determinados contextos pueden ser beneficiosos para la salud emocional y la adaptación social de los niños.

Referencia

Dyadic association between aggressive pretend play and children?s anger expression. Zhen Rao, Elian Fink, Jenny Gibson. British Journal of Developmental Psychology (2020).DOI:https://doi.org/10.1111/bjdp.12352

Foto: Lukas en Pexels.