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La deforestación es causante de hasta el 20% del cambio climático, sólo por detrás de los combustibles fósiles. Y la pérdida de bosque cada año, aunque se ha ralentizado, sigue siendo demasiado alta.

Del 2000 al 2012, un 3,2% de la superficie forestal previa en el mundo se perdió. Algo así como un millón y medio o 1,7 millones de kilómetros cuadrados. 3 veces España. Y desde 2012, con masivos incendios como los del Amazonas, Borneo o Australia, esta cifra habrá aumentado.

La situación es preocupante porque los bosques son mucho más que el pulmón de nuestro planeta, aunque también. Porque es real que cuando crece la vegetación, una gran cantidad de CO2 procedente de la atmósfera se queda fijado, y eso frena el cambio climático.

¿Qué más cosas les debemos a los bosques?

Pero éste no es su único beneficio. Los bosques también participan de manera muy importante en los ciclos del agua, aumentando la humedad presente. Protegen el suelo de la erosión y son también un espacio de gran biodiversidad.

Para nosotros, egoístamente, también son relevantes y merecen cuidado. Entre otros méritos, los árboles reducen la contaminación del aire de las ciudades, actúan de barrera de sonido en carreteras, evitan corrimientos de tierras e inundaciones, y hasta suavizan la gravedad de los vientos de las tormentas y huracanes.

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Reducen la contaminación del aire

En zonas arboladas dentro de una ciudad la materia particulada en el aire disminuye hasta un 24%. Esta contaminación procede principalmente de la quema de combustibles fósiles (fábricas, coches, calefacciones…) o biomasa (madera, quema de campos…) y causa daños cerebrovasculares, cáncer de pulmón o infartos cardíacos. En total en el mundo, provoca más de 3 millones de muertes al año.

Pero los árboles, sobre todo si tienen mucho follaje (y por ende mucha superficie de absorción de gases) son capaces de captar estas partículas de manera efectiva.

Refrescan las temperaturas en verano

El extremo calor que sufrimos en algunas ciudades en verano también puede ser mitigado con la plantación de árboles. En zonas arboladas la temperatura se reduce hasta 2°C, refrescando considerablemente cualquier ciudad.

Tiene que ver con el efecto albedo, o cuánto calor es capaz de reflejar el suelo. La ciudad de asfalto, de color oscuro, tiende a absorber casi toda la radiación solar que le llega, calentándose. Además, el calor se va liberando aunque el sol ya no esté incidiendo, por lo que aun siendo de noche provocará un aumento de la temperatura en la ciudad.

Los árboles, a diferencia del asfalto, son capaces de reflejar más luz, y eso conlleva menor captación de calor que el asfalto. Además, y como es evidente, tienen la capacidad de dar una amplia sombra, que también evita que en esas zonas se llegue a calentar el suelo.

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Dan calor en invierno

Pero hay más. Si los árboles son caducifolios darán una amplia y agradable sombra en verano, pero no tendrán hojas en los meses fríos, por lo que el sol incidirá más sobre el suelo aumentando el calor de la ciudad, lo que reduce el uso de calefacción.

De todas maneras, si lo que buscamos (que sí lo buscamos) es que la naturaleza nos ayude con las temperaturas, lo ideal, lo que parece más efectivo y viable económicamente son los techos verdes. Utilizar las azoteas de los edificios como jardines para conseguir los beneficios que aportan a la hora de regular la temperatura del edificio y de la ciudad.

Además, a nadie se le escapa que en muchas ciudades ya formadas, plantar árboles en la mayoría de sus calles requeriría grandes proyectos urbanísticos, y sin embargo haciéndolo en azoteas sería mucho más fácil, cómodo y hasta conseguiría mayores resultados.

Reducen los ruidos

Otro de los grandes beneficios de los árboles en la ciudad es el poder de relajación que aportan. Los árboles producen más felicidad en las personas. Diversos estudios relacionan la presencia de árboles y naturaleza en general con un mayor bienestar personal, físico y mental. Paseando por un parque con una densa cubierta forestal, enseguida olvidamos que estamos en la ciudad. No hay tráfico. No hay ruido? Porque los árboles también tienen una gran capacidad de retener sonidos, lo que los convierte en una barrera natural para alejarnos del desenfreno urbano.

Ponen freno al desierto

Aparte de en las ciudades, los bosques tienen una importancia global en la vida humana. La Unión Africana y varias organizaciones llevan desde 2007 trabajando para hacer una Gran Muralla Verde.

Un mal uso de la tierra está provocando que el Sáhara avance inexorablemente hacia el sur. Si no lo frenamos, desde Senegal hasta Etiopía millones de personas tendrían que verse desplazadas ante la extensión del desierto. Un hecho que acarrearía hambrunas, sequías y las consecuentes migraciones de personas en busca de la supervivencia.

Ante esa alarmante situación se decidió realizar un proyecto de plantación masiva de árboles, involucrando a la población local. Y parece estar teniendo éxito.

Claro que no se trata, simplemente, de plantar árboles a mansalva. Ha sido una decisión bien diseñada en la que se respeta el medio para crear una muralla con prácticas adecuadas y sostenibles. Y de momento está llevando a lograr -al menos en parte- el objetivo.

Ha sido crucial un trabajo bien hecho en el que identificaron qué especies eran más valiosas, diseñaron bien la plantación de los nuevos árboles y adecuaron las técnicas de producción de los cultivos al medio ambiente.

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Retienen el agua

Las consecuencias que tiene son múltiples. Porque los bosques, con sus hojas, protegen el suelo de la erosión por lluvias, además de nutrirlo. También atraen especies animales que se dejaron de ver hace años. Y, puede que más importante, si se lleva a cabo correctamente y se acaba consiguiendo una gran superficie arbolada, podría afectar positivamente a toda la región mediante el reciclaje de precipitaciones.

El Sahel es una zona de con pocas precipitaciones anuales, pero cuando cae la lluvia es muy abundante. Lo que ocurre es que si cae sobre una tierra baldía, con suelo erosionado, el agua no tiene mucha capacidad de infiltración y se evapora rápidamente. A demás, esto puede provocar corrimientos de tierras y favorecer inundaciones.

Sin embargo, si hay bosque el agua se infiltra más, se capta por los árboles y se libera poco a poco al aire con la evotranspiración.

La evotranspiración es una suma del agua evaporada en los bosques y del agua transpirada por los árboles. Un único árbol a lo largo del día puede llegar a transpirar cientos de litros de agua que salen al aire. Así, los bosques aumentan mucho la humedad, que se mueve con los vientos a zonas interiores del continente.

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Hacen que llueva

De media, el 40% de las precipitaciones vienen de esta evotranspiración. Y en algunos lugares de Sudamérica, por el Amazonas, llega a suponer hasta un 70%.

A su vez, son capaces de captar agua de la niebla y de la humedad ambiental. Y lo que es más impactante, parece que los bosques atraen lluvia directamente.

No olvidemos que las lluvias se inician cuando la humedad atmosférica se condensa. Y esto ocurre al saturarse de agua, favorecido por moléculas que hacen la función de núcleos de condensación. Pues bien, en los bosques, compuestos orgánicos volátiles producidos por microorganismos pueden actuar como estos núcleos de condensación, por lo que podríamos llegar a afirmar que los propios bosques hacen que llueva.

El beneficio de los manglares

La presencia de vegetación permite que millones de personas puedan seguir viviendo en sus hogares. Pero no sólo por cuestión de lluvias y alimento.

Los manglares son una especie de bosques entre mar, tierra y agua dulce, que protegen mucha costa tropical y subtropical de las inclemencias temporales.

Huracanes, ciclones o tifones se unen a una nueva amenaza, el aumento del nivel del mar, dificultando la vida humana en muchas regiones.

Pues bien, la presencia de una vasta superficie vegetal disminuye la intensidad de las tormentas, ya que los manglares absorben, literalmente, la energía que tienen. En Caribe y Sureste Asiático, ambas zonas propensas a grandes tempestades, los manglares están presentes en gran parte del litoral. Y si hay manglar, los vientos y mareas que llegan a tierra son más débiles que si se hubieran encontrado un camino raso.

Pero con el aumento del mar estas situaciones se agravarán, poniendo en riesgo la vida de miles de millones de personas. Zonas como Indonesia, Bangladesh o Filipinas, países con infraestructuras deficientes, están en alerta roja. Y allí puede resultar esencial la protección del manglar.

Además, los manglares evitan la erosión de la costa, actúan de filtradores de ríos en su desembocadura y son hogar de millares de especies animales.

Efectos parecidos ocurren también en la superficie emergida. Ciudades rodeadas de bosques y junglas sufrirán menos las consecuencias de temporales que otras construidas en zonas despojadas de cubierta vegetal frondosa.

También los bosques ¿tienen su cruz?

No obstante, hay veces en las que los bosques parecen no tener un efecto tan beneficioso.

En zonas boreales, el crecimiento de bosques aumenta la temperatura local por el ya comentado albedo (el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja).

Es fácil entender que el hielo y la nieve, de color blanco, son capaces de reflejar casi toda la luz solar que les llega, por lo que su superficie prácticamente no se calienta. Pero, aun así, con el aumento de las temperaturas el hielo ha comenzado a derretirse.

Los bosques y la vegetación empiezan a poblar zonas que antes estaban cubiertas de nieve durante la mayor parte del año. Y al crecer plantas, éstas absorben mucho más calor que la nieve, lo que directamente genera un aumento de la temperatura local. Así se vuelve a dar otro fenómeno de retroalimentación: cuanta más vegetación crece, más aumenta la temperatura que derrite hielo y nieve, permitiendo mayor vegetación.

A nivel global aún no está clara su implicación: el crecimiento de los bosques boreales captura grandes cantidades de CO2, pero la mayor captura de radiación solar puede hacer aumentar la temperatura global.

Esta cuestión aún requiere mayor investigación, pero de momento se sabe que la clave reside en preservar los bosques templados y tropicales existentes y, en escenarios optimistas, dejar más suelo libre para su crecimiento.

A pesar de todo, estamos perdiendo bosques a un ritmo alarmante.

Las causas, entre muchas otras, son un mayor uso de superficie para la ganadería o para industria maderera, así como incendios cada vez más extensos.

La deforestación masiva hará que en algunas regiones las lluvias bajen hasta un 30%. Menos lluvias implican más sequías, zonas vegetales más estresadas, mayor aumento de incendios.

El cambio climático y los bosques se retroalimentan.

Sin bosques, nuestra vida sería mucho más complicada.

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