El alcalde de Vila-real, José Benlloch, ha salido al paso de las críticas y la polémica suscitada por la celebración de un acto de jura civil de bandera, por primera vez en la historia de la ciudad, el próximo 28 de octubre en la plaza frente al Estadio de la Cerámica, conocida como del Madrigal. Un evento que ha levantado expectación y está registrando alta demanda de interesados en participar.

Benlloch considera que las opiniones contrarias «son inadecuadas» y la campaña contra la cita «no hace más que radicalizar todavía más las posturas y provocar». Para argumentarlo, indicó que «es una propuesta totalmente voluntaria, puede ir quien quiera, no se obliga a nadie y, por tanto, me parece una sinrazón y un ejemplo de absoluta intolerancia aquellos que se movilizan para exigir que no se haga».

El munícipe defiende la postura del consistorio de permitir la ceremonia «jurar o prometer la bandera es prácticamente lo mismo que jurar o prometer la Constitución Española y quiénes somos para negarnos a una institución democrática como el Ejército, parte de la administración pública, a no permitirle que cumpla con esta opción que establece la Ley, solicitaron este marco porque tenemos la plaza más grande de la provincia donde caben hasta 12.000 personas».

LIBERTAD

Ante la conveniencia o no de llevar a cabo la propuesta en el contexto político actual, Benlloch apunta que «se organizó hace tiempo y es algo que está regulado, con absoluto respeto a todo el mundo, las calles y plazas de la ciudad no son mías. Creo en la libertad de los individuos y en que cada uno pueda expresar lo que crea conveniente».

Por otro lado, el primer edil explicó que «no tengo complejo en decir que me siento español, como he dicho que España la tenemos que hacer entre todos y necesitamos un nuevo consenso en este estado y al Ejército le tengo un absoluto respeto y admiración por la función que desarrolla, como jugándose la vida en incendios como el de Artana o las misiones internacionales en situaciones de inundaciones».

La jura ha originado críticas en las redes sociales y campañas de colectivos, como Arran, para intentar frenar el acto.