Cristales y puertas rotas, baños destrozados, papeles esparcidos por todo el recinto, algún que otro colchón, envases de botellas, pintadas de todo tipo y montones de escombros es en lo que se ha convertido, a día de hoy y desde hace unos años, el que fuera uno de los centros logísticos ferroviarios más importantes de la Comunitat Valenciana en cuanto a tráfico de trenes y mercancías.

Según han confirmado a Mediterráneo fuentes próximas al Ayuntamiento de Vila-real, este es un edificio que viene dando «serios problemas de seguridad» desde hace varios años, en especial, desde que se culminó la construcción de la pasarela metálica que salva las vías y se cerró al tráfico rodado los pasos a nivel de los caminos Cedre y Na Boneta. Un cierre que, de alguna manera, aisló definitivamente estas instalaciones ferroviarias.

De hecho, las mismas fuentes confirman que existen numerosas denuncias ante las policías Nacional y Local, tanto por ocupación del recinto como por peleas e, incluso, por trapicheo de drogas en una infraestructura que, especialmente de noche, se queda lo suficientemente a oscuras y sin tránsito de personas como para servir de refugio a presuntos delincuentes.

Y a la inseguridad se suma la pésima imagen que ofrece este recinto a quienes viajan en tren o pasan por esta zona.