Decenas de farolets iluminaron ayer las calles del centro de Vila-real, en el marco de la procesión de retorno de la imagen de la Purísima desde la iglesia arciprestal a la sede social de la Congregación de Hijas de María Inmaculada, frente al jardín de Sant Pasqual, con la que la entidad pone fin a sus fiestas anuales.

Emoción, devoción y fervor se dieron cita anoche en el último ejercicio mariano de estas celebraciones, así como también en el traslado de la Virgen, que como de costumbre finalizó con un castillo de fuegos artificiales.

Purisimeras de todas las edades protagonizaron este desfile, tras el que las alrededor de 6.000 congregantes proceden a retirar de los balcones y ventanas de sus viviendas los cobertors con los colores blanco y azul que identifica a este colectivo religioso, que además recordó ayer a todas las purisimeras ya difuntas.