Ana y Hadi Kuric ya tenían una vida dedicada al teatro antes de emprender, hace casi tres décadas, el viaje que los trajo de Sarajevo a Vila-real huyendo de la guerra en la antigua Yugoslavia. Fue el azar el que hizo que su destino fuera este. Un acuerdo entre oenegés permitió ayudar a salir del conflicto armado a familias y en el listado de ayuntamientos de España «valientes» y dispuestos a acoger estaba Vila-real. Seis familias, recuerda Hadi, se inscribieron para Vila-real porque coincidía con el máximo de personas que podía recibir.

Con su llegada a tierras valencianas, allá por 1992, fundaron el Teatro de la Resistencia y no han parado de producir arte. Su última obra es autobiográfica, Grad --término que, según explica Hadi, significa ciudad como lugar pero también como hogar-- y la representaron ayer en casa, en el Auditori Municipal, ante muchos de los que han sido parte de su vida y tienen presencia, de una u otra forma, en la nueva representación.

El porqué llega ahora Grad tiene una explicación «múltiple», indica el actor y director de la compañía que asegura que, en el arte, siempre hay un momento que te motiva. «Hay muchas cosas que contar cuando tantos nuevos refugiados intentan llegar a Europa. Se habla de crisis migratorias pero las crisis acaban y esto es diferente. Es una nueva normalidad con la que hay que convivir porque ese enorme río de gente va a seguir llegando a este continente. Nuestra obra es una forma de rememorar y hablar de la acogida que nos brindó Vila-real y de las razones que nos llevaron a abandonar la tierra natal. La adaptación es posible porque cuando das algo bueno, recibes algo bueno. Todo eso lo resume Grad, que por suerte tiene final feliz», dice Hadi.

En lo personal

Pero también hay un componente personal, el de querer compartir, pese a lo difícil que resulta abrirse al público, una historia que «creemos que vale la pena». «El refugiado, por serlo, no tiene ninguna opción. Nadie se va de su casa por gusto. La gente nos acogió de una manera ejemplar, eso es algo que no debemos olvidar», asegura Kuric, quien dice no haberse sentido nunca rechazado ni escuchar comentarios xenófobos.

Es una obra personal, «muy fiel» a la realidad. «Cuesta mucho hacer algo así y no es agradable si no hay una razón mayor para hacerlo», apunta el dramaturgo. Nunca habían preparado tanto una representación, que empezó a cocerse hace dos años y en la que han lidiado con sus propios prejuicios. H