Aroma a leña quemada y humo, a brasas y a carne asada al modo tradicional, entre las rejas de cientos de parrillas que, ayer, se sacaron a la calle. Este era el ambiente que, nuevamente, se respiró en Vila-real desde que empezó a caer la tarde para dar paso a la tradicional Nit de la Xulla.

Una cita que se repite cada lunes de fiestas patronales --tanto de mayo como de septiembre-- y lo seguirá haciendo en los festejos de calle y de barrio que, tras las celebraciones de la Mare de Déu de Gràcia, se sucederán en las siguientes semanas.

Se trata del acontecimiento festivo, lúdico y gastronómico por excelencia. Aquí no hay excusa posible para no tomar parte en un evento abierto y plural, que no entiende de edades o pertenencias a peñas. Familias al completo, grupos de amigos y peñistas tomaron las calles de la ciudad para participar en el ritual del encendido de las hogueras, la consecución de brasas de calidad y la torrà de cientos de kilos de carne --esencialmente de cordero-- y también de los embutidos más característicos en la localidad, como las longanizas, las botifarres o los blanquets.

TRES DÉCADAS // Y es que la tradición de la Xulla en las celebraciones patronales cumple tres décadas cargadas de espontaneidad y participación en un acto que se ha convertido en un referente en toda la provincia. Fue el primer alcalde de Vila-real elegido democráticamente por los vecinos, Bautista Carceller, quien lideró la inclusión de un acto propio de los festejos de calle y de barrio a los patronales de Sant Pasqual y la Mare de Déu de Gràcia.

Y como de costumbre, las peñas tuvieron anoche un papel fundamental en el desarrollo de la peculiar y multitudinaria cita lúdica y gastronómica. Los accesos a los casals se convirtieron en improvisados espacios en los que cientos de hogueras ardieron hasta dejar las brasas para la torrà. H