La festividad de Sant Antoni sigue atrayendo, pese a que la tenencia de animales de labranza es casi testimonial, a un nutrido colectivo de ciudadanos que, año tras año, se suma a los actos que se organizan en torno a esta celebración, tanto por parte de la Congregació de Lluïsos como desde el Ayuntamiento.

Y es que la multitudinaria Matxà, que la tarde del lunes recorrió las calles del centro de la ciudad, tuvo ayer su continuidad con la popular fiesta de Sant Antoni en el paraje del Termet. Mosén Guillermo Sánchis, como párroco encargado del pequeño templo dedicado a la Mare de Déu de Gràcia, fue el encargado de oficiar la misa en la ermita. Un acto puramente religioso al que siguió el tradicional reparto de los panets que ofrece el consistorio, 50 de ellos elaborados expresamente para las personas celíacas.

Representación

Una destacada representación de la corporación municipal (encabezada por el primer teniente de alcalde y concejal de Tradiciones, Pasqual Batalla; así como por la edila del Termet, Rosario Royo) no faltó a la arraigada cita y se dedicó a distribuir las pequeñas hogazas de pan bendecido entre los asistentes a este evento. En total, el Ayuntamiento preparó 1.500 panets, que también llegaron a las residencias geriátricas.

El origen de la conmemoración de Sant Antoni en Vila-real se remonta, al menos, al año 1483, donde ya se menciona la misma en el Manual de Consells.

Los panaderos

Tal es la repercusión de la tradición de los panets de Sant Antoni en Vila-real que la totalidad de hornos y reventas de pan hacen literalmente el agosto con los cientos de encargos que reciben de numerosas familias que reservan varias de estas hogazas, de sabor ligeramente diferente al pan habitual.

Incluso, muchos de estos negocios piden la colaboración de algún sacerdote amigo para que bendiga los panes que, a mediodía o por la noche, se degustan en los hogares de la ciudad.