Música, voces limpias --tanto corales como líricas--, juegos de luces, palabras, fuegos artificiales y una cuidada escenografía dieron forma, la noche del jueves, a la Pasión vila-realense que, bajo la denominación de Laquima vere, logró plasmar en la plaza Major los sentimientos que caracterizan a la Semana Santa, tanto religiosos como artísticos, en el marco de un espectáculo de sublime esencia cultural.

Bajo la dirección de Alfredo Sanz, más de 200 personas dieron vida a este auto sacramental patrocinado por el Ayuntamiento de Vila-real y Porcelanosa Grupo.

Acompañados por las piezas musicales que forman parte intrínseca del Laquima vere, fueron sucediéndose las escenas tradicionales de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en las que no faltaron los toques de contemporaneidad, con la aparición sobre el escenario y entre los espectadores de personajes como una bestia alada con zancos o policías de fuerzas especiales.

Poco antes, la iglesia arciprestal acogió la Cena del Señor, mientras que a la medianoche las calles del barrio del Cristo del Hospital acogieron la Procesión del Silencio, uno de los actos de la Semana Santa de Vila-real en el que se respira mayor fervor.

Un sentimiento que volvió a fluir anoche, pese a la lluvia que obligó a proteger las imágenes a última hora, en la procesión del Santo Entierro que cada Viernes Santo saca a la calle a miles de capurulles de las 11 cofradías y hermandades vila-realenses. Devoción especial desata entre quienes siguen este evento el Cristo Yacente, obra del artista local José Ortells, que cubre el recorrido a hombros de los integrantes de la Hermandad del Santo Sepulcro y, permanentemente, lo hace custodiado por la guardia romana hasta su regreso a la arciprestal. H