• Los aficionados del Villarreal se han acostumbrado a sufrir esta temporada, en la que su equipo cambió el reto de las plazas europeas por el de una permanencia que no acaba de confirmar a pesar de las últimas oportunidades, en casa ante el Huesca y, el pasado domingo, en el Bernabéu. Los incondicionales groguets que viven en nuestra provincia, la inmensa mayoría, pueden compartir su angustia con otros iguales, bien en La Cerámica bien en las típicas tertulias o en el trabajo, el día después de un partido.Pero, ¿cómo se lleva el sufrimiento de la lucha por la permanencia completamente solo y a miles y miles de kilómetros de distancia, justo en la parte opuesta del planeta? Pues prácticamente en silencio —«aquí el football que más se sigue es el australiano; el soccer está incluso por detrás del criquet en las preferencias de los aficionados al deporte»— y sacrificando muchas horas de sueño —«los directos solo los puedo ver en un horario normal en la franja del mediodía»—.

Así vive esta extraña temporada Patrick Escobar, que ha mantenido la fidelidad al Submarino incluso después de cambiar su residencia en Vila-real, después de 44 años, por Gawler, una pequeña ciudad rural al sureste de Australia. Ahora tiene 46 y varios —«antes del último descenso», apunta— como socio de la entidad amarilla, condición que renovará «la próxima temporada» a pesar de no poder ocupar su asiento asignado en el fondo norte.

Morriña de La Cerámica

«Volver a acudir habitualmente al estadio es uno de los motivos que me hacen pensar en regresar a España», dice Patrick, casado con una aussie y con dos hijos de cuatro (Leonardo) y seis años (Isabel) a los que intenta transmitir el gen groguet. «Los niños todavía son pequeños, pero la mayor incluso saltó al campo con los jugadores hace tres temporadas. Mi mujer también me ha acompañado muchas veces al campo. Incluso vivimos el último ascenso en Barcelona estando ella embarazada», recuerda este hincha a quien el Villarreal le ha dado ya sobresaltos importantes esta temporada.

«El día de Balaídos me acosté con un 0-2. Cuando me levanté con un 3-2 casi me da algo»

«Este año con el Villarreal no me puedo ir tranquilo a dormir», dice Patrick, que muchas veces, por la enorme diferencia horaria, tiene que dejar a mitad los partidos. «El día del Celta fue el peor. Me acosté con una sonrisa en la cara y un 0-2 en el marcador de Balaídos. Aguanté hasta las tres de la mañana porque consideraba que era un choque vital. Cuando me levanté a la mañana siguiente y vi el 3-2 casi me da algo». El día de la visita del Barça a La Cerámica le pasó algo parecido. «Lo dejé en el cuarto gol del Villarreal para prepararme para irme a trabajar... Y la sorpresita.

Un último esfuerzo

Patrick, como todos los groguets, espera poner fin a la incertidumbre este domingo. O el lunes, porque aún no tiene decidido si hará el esfuerzo de ver el Villarreal-Eibar en directo: «Aquí, en Australia, serán las dos de la madrugada... y el lunes toca trabajar. Igual me hago una buena siesta el domingo e intento seguirlo en vivo. Vale la pena intentarlo. Si ganamos, se acabó el patiment».

«No hago más que mirar rivales, puntos, posibles empates... las combinaciones posibles para que el Villarreal se mantenga en la categoría que por calidad merece». Para Patrick Escobar un triunfo ante el Eibar supondría, además de la lógica satisfacción, el descanso y apagar la calculadora.