En Rotterdam, a 15 kilómetros de Delft (ya unos 450 de París), Paco Dalmau trabaja en los dos últimos años en esta serie de cuadros bajo el título «Evolution series 21-23». Además de la distancia geográfica y narrativa que esgrimimos, de la distancia que decía Blanchot hacia la imagen, parece como si hubiera una distancia móvil dentro de cada uno de los cuadros de la serie, que evolucionan autónomamente entre las capas superpuestas de fluido plástico entremezcladas por las transparencias entre resina y color y resina y color y resina y color y así sucesivamente, en un proceso de depósito, erosión y pulido del color que define un cierto acristalamiento de la pintura, infranqueable, por dura. Es como si manejar la materia pictórica fuera evaluar el prisma para que, al atravesarlo, la luz se dispare y descubra el espectáculo del color,hacen el mundo, diríamos. El color es donde sufre y se alegra la luz -algo parecido dijo Goethe-, es lo más sagrado de lo visible -algo así dijo Ruskin-, es el primero o el segundo que adjetiva la forma de lo que vemos .

Texto: Ricardo Forriols