La poética de la naturaleza en la pintura de Carme Llop

Caen las hojas

y con un beso amoroso

círculos en el agua.

¿Tiempo parado no pasa?

El pez mira la rama.

La pintura de Carme Llop se inscribe en lo que podemos llamar "figuración, realismo, etc." Aquí podemos mencionar la frase del pintor surrealista belga René Magritte, que entre 1928 y 1929 pintó un cuadro donde se representa una pipa y en el que escribió, Ceci est pas une pipe, "Esto no es una pipa ". Éste es un claro ejemplo de que lo que vemos en un cuadro es sólo una imagen, no es real; de todas formas, el motivo representado tiene mucho más contenido que el que se puede captar en una mirada rápida o superficial.

El contenido de una obra de arte siempre traspasa con creces lo que se puede ver a simple vista. Una obra de arte permite muchas miradas, muchas lecturas, interpretaciones. Éste es uno de los atributos del Arte.

Así pues, los paisajes de Carme Llop no son paisajes; son algo más que paisajes, jardines o un homenaje a la naturaleza.

La mano silenciosa de la luz de Carme Llop nos acompaña en un viaje al mundo interior de sus obras.

Nos propone un viaje a la naturaleza, la suya, aquella que ella ha convertido en paisajes, jardines,... oa cualquier lugar que haya penetrado con su mirada, y nos abre una puerta a su mundo interior.

Un viaje por las luces y sombras cambiantes de los espacios y de los silencios, por las metáforas del tiempo, la quietud y el movimiento. Estos aspectos son una constante que aparece con naturalidad en su obra desde sus inicios.

A través de una larga trayectoria como pintora, con una técnica esmerada, sensible y directa que nos produce lo que podríamos decir la percepción del tiempo detenido.

Cada uno de los cuadros nos arraiga en el suelo; una fuerza de atracción nos invita a entrar, explorar los confines de la obra y entrar en su espacio más íntimo. Es en ese momento que comienza el viaje.

Hay un azul que nos deslumbra, cuna de nubes de algodón en las que podemos oler las fragancias del atardecer; una hoja dorada por el otoño que se deja caer besando el espejo del lago; aguas serenas y quietas en las que nos miramos y que nos dejan ver los lodos profundos donde se esconde todo lo que no estamos preparados para mirar.

La pintura de Carme Llop nos acompaña hacia un espacio de contemplación sin más pretensión que ofrecernos el disfrute de la plasticidad de la obra, de las formas y de los colores, con una austeridad análoga a la que se nos presenta cuando escuchamos un cuarteto de cuerda.

Sin embargo, no es una obra ingenua, lleva una gran carga de profundidad.

En sus series de ninfeas o en los paisajes del lago con algún pato, en el reflejo de una rama o de una construcción, en un rincón de un jardín, nos hace evidente una reflexión sobre la soledad del ser humano, de la necesidad de un espejo en el que reflejarnos y sentir que no estamos solos. Y al mismo tiempo, este espejo nos habla de la naturaleza humana y nos acompaña.

Carme Llop ha definido en algún momento sus cuadros como paisajes interiores.

Toda obra tiene algo de autobiográfica. El cuadro de gran formato "Colores de otoño", por ejemplo, nos puede ilustrar este hecho: podemos ver las hojas de plátano por encima del agua en perfecta armonía, con un cromatismo de otoño, complejo y exquisito; pero también podemos ver hojas que van a la deriva medio hundidas siguiendo el ritmo de su ciclo, para más tarde, con una nueva forma, resurgir de los lodos de la existencia; podemos intuir el agua que no se ve como metáfora de la riqueza de lo intangible de la vida; observamos cómo se establece la convivencia y el diálogo de las hojas con unos tallos de plantas acuáticas, armonizando el cuadro, imprimiendo movimiento y componiendo el espacio, pero también como cicatrices ineludibles de una vida plena.

Sin embargo, en el cuadro "Anillos en el agua" hay un enigma, un pato quieto con la mirada perdida en el horizonte genera unos círculos a su alrededor. Es con esta imagen que el cuadro nos aboca a un límite, como un koan que nos da el maestro, como una paradoja, a un abismo que inevitablemente nos lleva al silencio interior, a la escucha de la nada.

Todo ello atrapado en un instante a través de las finas capas de pintura que conviven en el cuadro y que van llenando la obra de vida, de vida vivida, de experiencia, pero también de presente y de esperanza.

Un flash de luz inunda el espacio, ciega los ojos y quema el paisaje para volver a continuación a la serenidad que pervive en el cuadro y dejarnos en un estado de pura contemplación.

Así pues, podemos comprobar, después de lo visto, que en estas obras hay mucho más que naturaleza, paisajes o jardines.

La pintura de Carme Llop nos habla de madurez de artista, de cómo la experiencia del ser, la capacidad de contemplación, una gran sensibilidad plástica y visual y una buena y cuidada técnica nos dejan una obra intemporal.

Es una obra, la de Carme Llop, que no pasa indiferente por los ojos del espectador, puesto que nos permite, como cualquier obra de Arte, viajar por el mundo de los sentimientos, nos ofrece la oportunidad de la reflexión y nos genera espacio para hacer volar la imaginación.

Junto con la inspiración, o con la visión del artista, estas obras nos proponen dirigir la mirada al espacio infinito en el que habita el horizonte del ser.