El abandono real de los criterios arquitectónicos modernos, a finales de los años sesenta, y la eclosión de la “promoción inmobiliaria” como negocio próspero -sin otro control de unos trazados flexibles y unas ordenanzas miopes, unido a la menor escala de las intervenciones, ahora promovidas por la iniciativa privada- propicio el éxito de la “ciudad difusa y sin forma”.

Los fragmentos de ciudad que presenta la exposición tratan de establecer la continuidad con los criterios de orden y valores espaciales de los episodios urbanos modernos. Nadie ha de ver ningún sentimiento de nostalgia ni, menos, de melancolía: simplemente por la convicción de su absoluta vigencia, tanto social como estética y por el compromiso histórico de dar continuidad a un modo de ordenar que se abandonó sin tener recambio.

Con el título de la muestra –La vida en la ciudad moderna- se propone un punto de vista que hará cambiar al espectador su apreciación de lo que mira: en efecto, haciendo hincapié en “la vida” –no en los edificios- será más fácil que aprecie la mera existencia de espacios para la convivencia, incluso, la calidad de los mismos, más allá de los tópicos con que la insensibilidad de ciudadanos y críticos acostumbra a liquidar episodios urbanos de interés: “bloques de cemento”.

Mientras la “ciencia urbana” se orienta cada vez más hacia la reflexión teórica, lo que fomenta la celebración de congresos y la publicación de estudios, la aproximación del arquitecto Helio Piñón a la ciudad se sitúa en el propósito, no tanto de explicar la ciudad, cuanto de proyectarla. No es de extrañar que se base en la mirada como instrumento de aprendizaje y en el proyecto como medio de construcción de la forma. No sorprenderá, por tanto, que el material que se muestra sea esencialmente visual, sin más soporte discursivo de los datos de cada proyecto.

Gran parte de esos proyectos responden a trabajos a desarrollar en talleres de arquitectura urbana para arquitectos en másteres desarrollados en Escuelas de Arquitectura. Son proyectos que muestran a la vez que plantean el tema. En opinión de Piñón, tras cuarenta y cinco años de ejercer la docencia de Proyectos de Arquitectura, para enseñar a aprender, nada mejor que mostrar cómo proyecta lo que enseña.