Víctor García comenzó trabajando en la empresa de efectos visuales DDT, responsables, entre otros muchos hitos, de 'El laberinto del fauno' y con ellos participó en películas como 'Dagon: La secta del mar', 'Hellboy' y 'Romasanta: La caza de la bestia'. Rodó un cortometraje, 'El ciclo' que se presentó en Sitges y que alcanzó notoriedad en el circuito de festivales hasta ganar un premio en Los Angeles. Le salió un representante en Estados Unidos y allí se quedó. Aprendió muchísimo, se codeó con los grandes productores de la industria, como Joel Silver, hasta que rodó 'Gallows Hill', decidió que su etapa norteamericana había llegado a su fin y regresó a nuestro país para poner en práctica toda la experiencia que había acumulado. 

Ahora, aborda su primer largometraje español, un proyecto de A3media y Warner junto a Ikiru Films, escrito por Alberto Marini, que aborda una leyenda popular poco conocida, la de la niña de la comunión. “Si la buscas, aparece en varios sitios, en Granada, en Galicia, y aunque no es tan famosa como la de la niña de la curva, precisamente por eso nos daba la libertad de desarrollar toda una historia y un universo a su alrededor”, cuenta Edmond Roch, productor de la cinta en un encuentro en Barcelona donde se encuentran montando la película

Finales de los 80, en un pueblo no determinado. Sara (Carla Campra) acaba de llegar al pueblo y no encuentra su lugar en ese espacio cerrado. Su mejor amiga es Rebe (Aina Quiñones), mucho más extrovertida. Una noche van a una discoteca, toman drogas y durante el trayecto a casa encontrarán una muñeca vestida de comunión. A partir de ese momento, comenzará la pesadilla.

Víctor García, en el rodaje de 'La niña de la comunión'. Warner

“Queríamos que los protagonistas fueran jóvenes que no encajan en ese contexto, en una época de transición en la que luchan por liberarse de las ataduras, sueñan con irse a la ciudad y salir de entorno asfixiante”, continúa Víctor García. ¿Por qué los 80? “Principalmente porque no había móviles. Con las nuevas tecnologías y la manera de comunicarnos se ha perdido parte de la esencia del cine de terror”. Por supuesto, encontraremos referencias a la época en la que se inscribe (como Sabrina), pero sin instalarse en el revival de nostalgia que nos invade. 

Muñeca malrrollera

Para Víctor García resultaba fundamental que el espectador se sintiera identificado desde el principio con los personajes de Sara y Rebe, porque son nuestro punto de anclaje en la historia. “En realidad, el concepto ‘comunión’, lo intento tratar desde el sentido de dos personas que comulgan, que son amigas y que tienen un tipo de conexión especial”. 

La muñeca de comunión tendrá una importancia fundamental. La ha creado el propio equipo de David Marti de DDT y su sola presencia en la sala en la que hacemos la entrevista, genera inquietud y extrañeza. “No queríamos algo demasiado grande ni rollo Chucky, pero que diera mal rollo”, continúa Roch.

En la mesa de montaje encontramos a Clara Martínez, que afina hasta la extenuación cada una de las secuencias para crear la atmósfera y el ritmo adecuado. “No queríamos una película con demasiados efectos y parafernalia visual, quería crear algo nuevo que no hubiéramos visto antes, que generara cierto impacto, y, sobre todo, alejarnos del terror denso y serio. Que la película fuera disfrutona. Creo que es lo que necesitan ahora los espectadores, entretenerse y no sentirse aleccionados constantemente”.