Entrevista

Icíar Bollaín: "Creo que en la política habrá un "me too" porque queda mucho por destapar"

"Ahora vemos reacciones diferentes a casos similares al de Nevenka, como el de la chica de la manada o el de Jenny Hermoso; algo ha cambiado en España"

Icíar Bollaín durante el rodaje de "Soy Nevenka" .

Icíar Bollaín durante el rodaje de "Soy Nevenka" . / David Herranz

Luis Garrido

Ponferrada cerró sus puertas al rodaje de "Soy Nevenka" y eso provocó el desembarco en Zamora del equipo de Icíar Bollaín. Bendito problema. La directora acaba de estrenar la película en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, un relato crudo y directo sobre la primera condena a un político por un caso de acoso sexual. Una sociedad muda, un partido político ciego y unos medios de comunicación demasiado bocazas son parte de los ingredientes mezclados por la ganadora de dos premios Goya en esta historia que cuenta con la capital del Duero como escenario de lujo.

–Sus películas acostumbran a anticipar debates sociales antes de que nadie hable de ellos. Ocurrió con la problemática de la despoblación rural en 1999 en "Flores de otro mundo", con la violencia machista en 2003 en "Te doy mis ojos" y con la conciliación en 2007 con "Mataharis". ¿Cree que “Soy Nevenka” se anticipará a un nuevo debate?

–Yo no hago las películas con esa idea, lo que pasa es que me interesan cosas que están pasando. La realidad es que el abuso y el acoso están presentes en nuestra sociedad desde siempre, pero el tema no estaba tanto en los medios cuando empezamos con el guion de esta película hace tres años. Y mi sorpresa está siendo que ahora mismo está muy presente. Yo pensé en su momento que la historia era una gran historia para contar, pero además en estos tres años se ha convertido en otro tema más en el debate social. Por lo tanto, me parece que llega en un buen momento, a ver si así podemos aportar algo a todo esto, a la comprensión del problema, a la atención a las víctimas y a la reflexión sobre ello.

–Hace tres años, no obstante, ya habían pasado más de veinte desde el caso Nevenka. ¿Por qué ahora y por qué Nevenka?

–Es un caso muy icónico porque no es tan común y porque es el primero contra un político. Es una historia muy poderosa por muchos motivos, además del lugar en el que ocurre. Son muchos niveles para contar. Y luego, lo que todos sabemos. Nevenka ganó, pero perdió el juicio social y se tuvo que marchar. Entonces, se trata de contar una gran historia de David contra Goliat. A mí me parece que lo que hizo esta mujer en su momento fue épico. Enfrentarse a un hombre, que era el hombre más poderoso en esa pequeña sociedad de Ponferrada de ese momento, con la repercusión que luego tuvo… Es de una valentía y una potencia impresionante. Pero, si además lo miras desde el prisma de hoy en día, pues te obliga a pensar. ¿Dónde estamos ahora? ¿Qué ha pasado en estos veinte años? ¿Somos más conscientes de lo que vive una víctima de acoso? ¿Qué apoyo reciben? Es añadir otro nivel de reflexión.

–¿Y qué responde a eso Icíar Bollaín?

–Creo que ha habido reacciones diferentes a temas similares, desde la chica de la manada hasta Jenny Hermoso. Casos que han tenido una respuesta social muy contundente. Siempre seguirá habiendo voces que lo nieguen o que lo cuestionen, pero en estos casos las calles se llenaron de personas apoyando y eso es impresionante, es lo que ha cambiado. También pienso que tenemos más idea de lo que es el consentimiento y que es un tema que sigue en el debate. Insisto, habrá gente que siga negando que exista, pero tenemos muchísima más conciencia del problema. Respecto al acoso seguimos viendo casos terribles, mira este reciente de Francia, que es espeluznante. Pienso que tardará mucho en cambiar esa cultura del acoso y de la violación; queda mucho por hacer, pero al menos entendemos un poco más a las víctimas.

–El Partido Popular dejó sola a Nevenka e incluso Javier Arenas salió públicamente a negar su pertenencia a la organización. ¿Piensa que hoy sería distinto?

–Creo que hoy sienten más la mirada de la sociedad encima de ellos. Y también pienso que queda mucho por destapar, porque no me creo que no haya un "me too" en la política. Estoy segura, como en todos los ámbitos de la sociedad donde hay poder, que hay este tipo de situaciones. Pero está claro que se reacciona de otra forma en todos los ámbitos. Lo hemos visto, por ejemplo, con los futbolistas, que los equipos inmediatamente salen al paso. Ocurrió con Dani Alves, ahora con Rafa Mir… Hay respuestas rápidas, o por lo menos mucho más que antes, porque saben que eso ahora mismo no se tolera de la misma manera.

–La tercera pata de esta historia son los medios de comunicación. En la película usted expone directamente a Alfredo Urdaci y Ana Rosa Quintana por su cuestionable tratamiento del caso Nevenka. Sin embargo, ella sigue trabajando en televisión, sigue llegando a muchos hogares y sigue marcando discurso.

–Esa es una reflexión. Esto es parte de una época y yo lo expongo. Lo expongo. A mí me parece muy fuerte que una mujer dé una rueda de prensa para decir que el alcalde de su ciudad la ha acosado y el señor Urdaci abra el telediario de La 1 hablando de "disputa sentimental". Eso es para darle una vuelta. Yo pienso que han cambiado las cosas, pero si todavía algunos están ahí, pues ellos sabrán.

–¿Qué ha cambiado en España desde que usted presentó a aquella víctima llamada Pilar en 2003 con "Te doy mis ojos" a esta otra víctima de 2024 llamada Nevenka respecto a la sexualización, acoso y violencia hacia las mujeres?

–En "Te doy mis ojos", la verdad, es que mi coguionista Alicia Luna y yo no teníamos ni idea de la reacción que íbamos a cosechar. Caminábamos con cierto miedo porque dábamos el paso de mostrarle a él, intentar hacer un retrato del hombre, y esto no sabíamos cómo se iba a recibir. Pero se recibió fenomenal; de hecho, eso fue lo más aplaudido. Presentamos a los dos. Por supuesto, la víctima es la víctima, de eso no cabe duda. Pero, ¿quién es él? ¿Quién está detrás de estos casos de maltrato? Y eso se recibió muy bien. "Te doy mis ojos" tuvo una reacción fabulosa tanto de público como de crítica, fue fantástica, muy receptiva. Ahora, a priori, yo no he ido con ese miedo. Yo voy sabiendo que es un tema que está en el debate y que la película va a entrar en ese debate. La reacción de la prensa está siendo estupenda, pero también estamos en un momento muy extraño. Si bien es verdad que hay mucha más aceptación del tema y voluntad de tratar de otra manera a las víctimas, también hay una ola negacionista. Es un momento interesante para lanzar el tema, a ver qué ocurre.

–¿Ha sido un reto narrativo filmar una práctica como el acoso, que dura años, en apenas unos cuantos minutos para presentar la historia?

–Sí lo ha sido, porque el acoso es una cosa muy repetitiva. Es una gota malaya de pequeños actos que van conformando una situación y que van anulando a una persona. Pero eso no lo puedes hacer en cine, porque si repites dos cosas el espectador dice: "eso ya me lo has contado". Entonces, a ver cómo recreas una cosa que es repetitiva por definición. Y por eso es tan desconcertante, porque es una broma aquí, una mirada allá, un silencio, ahora voy de buenas, ahora voy de malas. Es no saber qué esperar de ese hombre, por dónde va a salir… Es muy complicado de hacer. Le dimos muchas vueltas con Isa Campo en el guion, después en el rodaje y después en el montaje, tratando de encontrar el "crescendo", no perder la tensión e intentar que el espectador vaya con ella y esté igual que ella, preguntándose por dónde va a salir este señor ahora. Este es el reto de llevar al cine algo que se extiende tanto en el tiempo, que tiene esa característica de repetitivo y de desconcertante y de sutil, porque también es muy sutil. Por eso la gente, incluso el propio acosado, a veces no lo reconoce. ¿Pero esto ha sido así? ¿Ha sido una broma? ¿Por qué me siento mal si aparentemente no hay nada mal? Esa confusión es tan dañina y tan sutil que es muy difícil de contar. Pero a mí me interesaba mucho, quería reflejarlo, que el espectador sintiera también ese desconcierto y esa angustia.

–Ponferrada le cerró la puerta a su rodaje y gracias a ello llegó a Zamora. ¿Cómo fue ese proceso?

–Quien cerró la puerta fue el ayuntamiento, porque había gente en Ponferrada muy a favor de que estuviéramos allí. Pero el ayuntamiento no contestó y ya entendimos entre líneas lo que eso significaba. Rodar en Ponferrada hubiera sido interesante, sobre todo por el castillo, que es muy especial, pero en cine siempre estamos variando los lugares de rodaje por diferentes motivos. Al final, rodamos la mayor parte en Bilbao por un tema de financiación, pero había que encontrar una ciudad que reflejara ese tamaño y ese ayuntamiento de unos 60.000 habitantes. Precisamente, el número de habitantes hizo que buscáramos un tipo de ciudad y también que tuviera una plaza como la de Zamora, que tuviera un edificio como el Ayuntamiento… La realidad es que Zamora es más ciudad que Ponferrada y tenía elementos que nos funcionaban muy bien. Y además nos ha ofrecido decorados que Ponferrada no tenía, como el juicio que rodamos en la Diputación actual o la escena de las Cortes de Castilla y León que recreamos en la antigua Diputación. Zamora tiene mucho potencial de decorados.

–Y contaron con una ciudad volcada.

Sí, la respuesta fue absolutamente la contraria a la de Ponferrada. En Zamora encontramos todas las facilidades, todas las posibilidades… Y eso es importantísimo para un rodaje, porque en un rodaje necesitas mucha colaboración de la población: desde extras, hasta que vas a cortar calles e incordias en ciertos momentos. Entonces, si tienes una ciudad que se vuelca como se volcó Zamora, eso hace la vida mucho más fácil para un rodaje que es complejo. La verdad es que ha sido una maravilla, todo muy fácil y muy a favor. Recuerdo cómo aguantaron los extras aquella noche templaria con el frío. Ibas por Zamora y veías a media ciudad vestida de templaria, que no tiene nada que ver con Zamora. Fue muy divertido.

–La llegada de su rodaje ha inyectado una dosis de autoestima a una tierra poco acostumbrada al protagonismo. Bajo su experiencia, ¿tiene cualidades Zamora como plató de cine o solo para quien busque algo concreto, como ha sido su caso o como lo fue el de Daniel Monzón con "Celda 211"?

–Zamora tiene un paisaje muy bonito, sus calles… Es una ciudad para rodar, yo la recomiendo muchísimo. Es muy cinematográfica. Yo había estado en Zamora hacía muchos años y entonces ahora he podido redescubrirla. Tiene un Casco Histórico espectacular, un tamaño muy fácil de manejar, el río, los alrededores, carreteras, pueblos… Es un sitio muy atractivo. El problema es que en España tenemos muchos lugares donde rodar; tenemos un patrimonio espectacular. Pero Zamora no se queda atrás, tiene mucho que ofrecer y ojalá que tenga más rodajes. Además, es muy accesible porque está cerca de Madrid y eso es importante, porque al final se moviliza a mucha gente.

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