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Crítica de 'La sustancia': Demi Moore, la bella se vuelve bestia

La sátira que propone entretanto es obvia, superficial y repetitiva pero, ¿no es ese enfoque el más adecuado para atacar la frivolidad del ‘show business’?

Demi Moore en 'La sustancia'.

Demi Moore en 'La sustancia'. / REDACCIÓN

Nando Salvà

'La sustancia'

Directora: Coralie Fargeat

Intérpretes: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Gore Abrams

Año: 2024

Estreno: 11 de octubre de 2024

★★★★

¿Has soñado alguna vez ser una versión mejorada de ti misma? La pregunta invita a pensar en terapias de ‘mindfulness’, pero el segundo largometraje de Coralie Fargeat la utiliza como base de una crítica salvaje, excesiva, hilarante, grotesca, repulsiva y deslumbrante contra la misoginia institucionalizada e internalizada que, sobre todo en la industria del entretenimiento, aboca a las mujeres a la búsqueda insana de la perfección física. Mientras cita sin sutilezas referentes como ‘La mosca’, ‘El resplandor’, ‘La cosa’, ‘Un hombre lobo americano en Londres’ y ‘Carrie’, y sirviéndose de una apabullante interpretación de Demi Moore -intérprete que sufrió en sus propias carnes el castigo de Hollywood al envejecer-, se inspira en la crueldad de una sociedad que trata a las mujeres de cierta edad como monstruos para convertir a su protagonista en el más repugnante de todos ellos.

A partir de una premisa que evoca ‘El retrato de Dorian Gray’ y la dualidad entre Jekyll y Hyde, Fargeat intercala escenas que se deleitan contemplando glúteos femeninos para parodiar la mirada típicamente masculina, marrana y patética, con imágenes cada vez más orgiásticas de espaldas partidas de las que surgen brazos, agujas que perforan forúnculos purulentos, colgajos de carne podrida y ruidos de huesos que se quiebran. Mientras, la película avanza desbocada hacia un clímax que asombra por la fuerza y la determinación con la que arroja en todas direcciones un torrente de sangre y vísceras para revelar la fealdad de la vanidad, y por su eficacia para lograr que queramos vomitar y jalear al mismo tiempo. La sátira que propone entretanto es obvia, superficial y repetitiva pero, ¿no es ese enfoque el más adecuado para atacar la frivolidad del ‘show business’?

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