Seis años más o menos tendría cuando empezó mi relación con tan maravilloso plato. Mi abuela, Otilia Nicolau, era una señora que sin saber apenas leer ni escribir, se llevaba una casa completa sin titubear. "Ay! Yo lo hago todo a ojo”! decía, siempre que intentaba sonsacarle alguna receta; años y años a su lado en la cocina para ir entendiendo como lo hacía, hicieron que a mi me calara bien adentro esa pasión.

Ella tenía varias recetas estrella, pero ninguna como la tortilla de patatas. De niño nunca supe valorar el punto exacto en una tortilla. Ese punto meloso en el que la combinación entre dos ingredientes tan sencillos como la patata y el huevo hace que tu paladar disfrute de esa infancia que todos hemos tenido con nuestros abuelos y este maravilloso plato. Menos mal que mi memoria aún lo recuerda lo suficientemente bien para intentar plasmar esa tortilla en la tasca La Picantona y poder llevar la cocina de Otilia a todas las personas que pasen por nuestro establecimiento. Ella se que estaría diciéndome: “Pablo, así me gusta, que hagas lo que te apasiona”. Y lo que más me apasiona es pensar que puedo intentar imitarla en la mayor medida de lo posible...

Esto es al fin y al cabo lo que me hace apostar por este plato como claro ejemplo de nuestra cocina tradicional, esa cocina sencilla en la que se cocinaba con lo que había, e intentar plasmar los sabores de la señora Otilia en cada plato que presentemos en La Picantona. Marcada, melosa y con los sabores bien integrados. Esa es mi receta para poder hacer esta tortilla que esperamos sorprenda a nuestros clientes. Siempre todo con mucho cariño y recordando ese sabor tradicional, el que nos hacía volver domingo tras domingo a comer a casa de los abuelos.

Va por ti, Otilia.