Abrir un bar en un pueblo en el que “en invierno viven 17 personas” no es fácil. De hecho, La Cantina estuvo cerrada cuatro años en Higueras, pero Kevin Cebrián, tras estudiar hostelería, decidió coger las riendas del establecimiento y los resultados no han podido ser mejores, pues hoy en día es parada obligada para moteros, ciclistas, senderistas y visitantes que aprovechan esta parada para coger fuerzas en el bello enclave situado en pleno Parque Natural de la Serra d’Espadà.

Tanta fama han ganado los almuerzos de la ahora Cantina del Ruyo –lo de Ruyo viene por el sobrenombre que la familia paterna tiene en Caudiel-, que concluyó en la primera posición en una reciente encuesta lanzada por este periódico que preguntaba por los mejores almuerzos de la provincia de Castellón. En la actualidad, el bar lo regentan los padres de Kevin, Ricardo y Amelia, pues como su propio hijo afirma “no da para mantener tres bocas”, pero conserva intacto el espíritu del inicio, que data del mes de abril del 2016.

“De aquí nadie se va con hambre”

¿Cómo es posible que en este pequeño pueblo haya adquirido tanta fama en tan poco tiempo? En primer lugar, como no podía ser de otra forma, por su comida. Famosos son sus bocadillos de barra entera, sus carajillos y platos más demandados, entre los que destacan las patatas bravas laminadas, manitas de cerdo, morro, rabo, calamares, caracoles o bombas mexicanas. “Es todo casero. Hacemos unas pizzas que también nos piden mucho y hacemos hasta la masa. Vienen de otros pueblos a comerla y muchas veces se llevan dos, una para comer en el momento y otra para el día siguiente porque está igual o más buena”, destaca Amelia. 

En La Cantina del Ruyo, que abre de lunes a domingo y solo descansa los lunes por la tarde, elaboran hasta el propio pan para bocadillos, que venden como si de una panadería se tratara para los vecinos de Higueras y visitantes. Este es quizá uno de los secretos de sus famosos bocadillos. “Entre los que más nos piden está el de revuelto güeña, un embutido de casquería muy típico en nuestra comarca del Alto Palancia y que cuando es temporada acompañamos de robellones. También tiene mucho éxito el bocadillo Ruta 99 que lleva panceta seca a la plancha con pimientos y huevo frito”.

Vídeo: La Cantina del Ruyo, un templo del 'esmorzar' en Higueras

Vídeo: La Cantina del Ruyo, un templo del 'esmorzar' en Higueras

No faltan otros más típicos de habas con morcilla, longaniza, panceta y jamón; magro con tomate, pimiento y huevo frito; de secreto con pimientos; panceta fresca con ajetes… “Pueden pedir tanto medio bocadillo, que es media barra, como el entero. Cuando lo piden todos dicen que se lo acabarán, pero muchos se lo guardan para cenar”, admite Amelia, que también elabora los postres: “No faltan la crema higuerana, que es como la catalana, con el azúcar recién quemado; la tarta de manzana o de queso”.

La fama de la cocina de La Cantina del Ruyo ha traspasado las fronteras municipales, provinciales e incluso autonómicas.

Servicio público durante la pandemia

Al margen de vender pan a los vecinos de Higueras, que carecen de panadería, Ricardo y Amelia también colaboran con los residentes de más edad a la hora de llevarles verdura, fruta o comida cuando van a realizar la compra semanal a Segorbe. “Al pueblo solo sube el congelado”, apostilla la propietaria del bar. Además durante los meses más duros de la pandemia repartían el menú a domicilio a los vecinos de mayor edad. “Aquí somos todos una familia”, añade Amelia, que recuerda que la propia Guardia Civil, conociendo su labor le dejaba circular con normalidad entre municipios durante la época de las restricciones.

Ricardo, uno de los propietarios del bar, de pie junto a un cliente y con dos de sus famosos bocadillos de barra.

En Higueras hay en la actualidad 57 habitantes censados, aunque incide en que en invierno apenas son 20 los residentes. Además, el más joven de ellos es Kevin, su hijo, y muchos de ellos pasan de los 85 años. De todas formas, el pueblo se resiste a dejarse morir y con iniciativas como Ruta 99 o Viles en Flor pretende atraer visitantes y vecinos: “La gente está subiendo cada vez más por el boca a boca. Cuesta mucho que paren, pero una vez lo hacen, repiten. Al bar me acuerdo que los primeros fueron la Peña Ciclista de Matet porque antes todos pasaban de largo. Ahora tenemos bastante ‘faenica’ y el pueblo tiene más vida”. 

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Viles en Flor, un reclamo turístico que mejora la imagen de Higueras gracias al esfuerzo de sus vecinos ASOCIACIÓN CULTURAL AGUANAJ

Amelia defiende además los encantos de la población en la que tiene sus orígenes: “Yo nací en Francia porque mi padre era astillero allí, pero mi madre y mucha de mi familia es de aquí y ya no nos moveremos. El bar estuvo mucho tiempo cerrado, pero ahora nos va mejor porque nos movemos, si no es imposible”. Sobre el municipio del Alto Palancia defiende que “es pequeño, pero muy coqueto. Tiene paseos muy bonitos, fuentes, sendas…”.

Al margen de Ricardo y Amelia, su hijo Kevin, que ahora trabaja para el Ayuntamiento de Higueras, también colabora en La Cantina del Ruyo, al igual que un sobrino los días de más trabajo: “Venimos antes de las 8.00 para hacer el pan y después hacemos desayunos, comidas con menús, tapas, cenas… Lo que más hacemos son almuerzos, que pueden superar los 200 algunos sábados, pero paramos poco. Tenemos que aprovechar cuando hay gente porque al final hay cosas como la luz que nos cuestan lo mismo que si estuviéramos en el centro de Madrid”. 

Las pizzas caseras y patatas bravas laminadas, entre los platos más solicitados por los clientes.

No podemos concluir este artículo sin hablar de su carajillo, que elaboran con canela en polvo, ralladura de limón y de naranja: “Lo hacemos tipo tanga, con más ron quemado que café”, así como de la olla higuerana, muy solicitada sobre todo para combatir el frío en épocas invernales: “No lleva acelga sino grumo, que es una col, y la acompaño de alubias, cerdo y ternera”.

En cuanto a los precios, un almuerzo con medio bocadillo, bebida y café, que se acompaña de olivas, guindillas y ‘cacaus’, cuesta solo 6 euros. Un euro más cuesta con carajillo y sube hasta 8 euros con un bocadillo de barra entera. En cuanto a los menús para comer, entre semana el precio con ensalada, primer plato, segundo y postre es de 10 euros, siendo de 13 los fines de semana cuando se incluyen recetas más elaboradas. El aforo interior es para 63 personas, pero cuenta con una importante terraza y es prácticamente obligado reservar con anterioridad.

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