Sergio Rodríguez se inclina sobre la copa, huele, activa su archivo mental y gustativo y, normalmente, acierta, sin ver la etiqueta, de dónde viene el vino, qué uva se ha utilizado e incluso la añada y el productor. Tiene una nariz de oro, que dicho así parece exagerado, pero era el nombre del certamen que premiaba al mejor sumiller de España, en el que en 2014 quedó en tercera posición. Más recientemente, en la feria Mediterránea Gastrónoma de València, volvió a repetir puesto en el concurso que reconoce al mejor en esta especialidad en la Comunitat.

Sergio Rodríguez después de alzarse con el tercer puesto en la pasada feria Gastrónoma. Mediterráneo

Rodríguez es sumiller en el restaurante Mediterráneo del Grau de Castelló, donde junto a sus hermanos lleva muchos años ofreciendo la mejor comida marinera. De la parte líquida se encarga él desde hace más de una década, cuando comienza a adentrarse en el mundo de la enología. “Empecé a formarme, a hacer algún curso, y hasta aquí. Lo bonito del mundo del vino es que siempre estás en continuo aprendizaje. Cuando te ha cautivado nunca te aburres”, explica.

Evolución

Rodríguez habla del vino como un mundo en continua evolución. “Ahora pruebo el que más me gustaba hace años y digo: “Madre mía lo que me estaba bebiendo”. En esto hay que ir subiendo peldaños, poco a poco, guiando tus gustos personales. Yo siempre digo lo mismo: la primera cerveza que pruebas en tu vida te sabe mala y amarga, luego ya te va gustando más”.

Pese a que es su fuerte, el del vino no es el único conocimiento que tiene que tener un sumiller: también debe saber sobre aceites, panes, destilados, quesos, jamones, puros… Precisamente en el certamen de Gastrónoma pusieron a prueba su sapiencia con 70 preguntas tipo test sobre todas estas cuestiones.

Análisis de un vino durante el concurso. Mediterráneo

Por todo esto, el sumiller del Grau es voz autorizada para valorar cuál es la situación en de los vinos de Castellón en el contexto nacional y sus posibilidades de proyectarse en el mercado más allá de las fronteras provinciales: “Algunas bodegas ya exportan y son reconocidas. Lo que pasa es que la cantidad de producto que hace cada una es mínima y así es muy difícil tener más notoriedad. Pero hay vinos muy buenos que se pueden comparar con cualquier otro. Si miramos 15 ó 20 años atrás, la situación es mucho mejor”.

¿Y un consejo para los aficionados a catar, aunque sea a nivel básico? “Hay que probar muchos estilos aún sin tener ni idea”, sentencia.