La oferta de la hostelería en el Grau de Castelló es amplia, pero desde hoy es un poco más reducida, pues 44 años después de su apertura el Restaurante La Trocha se despide. Francisco López y Andrés Moya se jubilan después de una vida entregada al establecimiento ubicado en el número 12 de la Calle Trafalgar. “Tenemos 72 y 71 años, hemos tardado demasiado en jubilarnos, pero ya estábamos hasta el gorro”, confiesa Francisco a este periódico medio en serio, medio en broma.

Fachada del histórico restaurante que cierra en el Grau de Castelló. MEDITERRÁNEO

Pese a que La Trocha ha formado parte del panorama gastronómico del distrito marítimo de Castelló desde hace más de cuatro décadas, lo cierto que es que los hacedores del mítico restaurante son originarios del sur español, concretamente de Córdoba y de Bailén (Jaén). Ambos ya trabajaron como camarero –Francisco- y cocinero –Andrés-, en su Andalucía natal, pero una aventura laboral en Alemania de Francisco fue la que les llevó al Grau: “Trabajé unos años en una fábrica alemana. Allí conocía a la que sería mi mujer, Antonia, que pese a ser de Bailén ya vivía en Castellón, y fue la que me convenció para venir”. Una vez en la ‘terreta’, Francisco y su cuñado Andrés invirtieron los ahorros conseguidos en el extranjero en abrir un restaurante, La Trocha.

El establecimiento en cuestión, que ha llegado a contar con seis empleados, se especializó en arroces, pescados y mariscos. “Lo que mejor le salía a mi cuñado era el suquet de peix, pero la verdad que estaba todo bueno”, afirma Francisco, que servía una sala dispuesta para hasta 60 comensales. “Una de las claves estaba en la materia prima, era todo pescado fresco y preferiblemente del Grau. Tenemos una clientela muy fija que es la que nos ha permitido aguantar tantos años”.

Algunos de los platos que los clientes de La Trocha han podido disfrutar durante más de cuatro décadas. MEDITERRÁNEO

Un almuerzo de despedida

La Trocha abría para almuerzos, comidas y cenas, y este mismo martes se ha despedido de los clientes más habituales con un almuerzo de despedida: “Ha sido una fiesta muy bonita entre amigos. Hemos hecho chipirones, pescadito, carne a la carbonara, ensalada, pulpo… no ha faltado de nada”. Francisco reconoce por último que no sabe lo que pasará con el local, situado “en un sitio buenísimo”. Por de pronto asegura que “lo vendemos, traspasamos o alquilamos, pero no hay ninguna oferta, y mira que lo dejamos barato, el alquiler por 800 euros y el traspaso, por 55.000”.

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